Mi primeros libros
No puedo separar de mi infancia el recuerdo de mis primeras lecturas, de las infinitas horas que pasé a solas ante las páginas de los libros de la modesta colección Robin Hood. Tom Sawyer, Robinson Crusoe, las Mil y una noches.

Recibí estos tres libros, un regalo que no había pedido, cuando nos fuimos de Mar del Plata hacia Viedma. En una casa sin libros accesibles a un niño, en una ciudad desconocida, esos ejemplares fueron mis mejores amigos, mi refugio. El río que tenía enfrente de casa se convirtió en el Misisipi de Tom Sawyer y Huck; las calles de casas bajas de Viedma se volvieron las de Bagdad.
Leí y releí infinitas veces la historia de Robinson. Descubrí que podía hacer trampa y saltearme capítulos para llegar a los que más me gustaban: los viajes al naufragio, el rescate de las provisiones, la construcción del refugio.
Y cuando aparecía Viernes, volvía al capítulo de la llegada a la isla.
Tapas de la colección y música de la peli Robin Hood (1973), de Walt Disney
Solía contemplar la imagen de la guarda interna, con los chicos sentados ante una bibioteca enorme y cargada de libros de la colección. La lista de la contratapa con los títulos publicados me parecía interminable.
Más adelante aparecieron otros que se sumaron a mis lecturas de cabecera: Alicia, Las aventuras de Huckleberry Finn, Sandokan. Con mi hermana solíamos reírnos hasta llorar leyendo en voz alta las peripecias lacrimosas y ridículas de los protagonistas de Corazón.
Ya de adolescente, un nuevo amigo me recomendó las obras de Rider Haggard y las aventuras de Bomba. Los que no podía conseguir en los canjes de revistas, los iba a buscar a la biblioteca municipal. Con el tiempo, pasé a otras lecturas, sin lomo amarillo, pero siempre ligadas a las primeras: la traducción de Galland de Las Mil y una noches, los cuentos y ensayos de Mark Twain.
Me parece que fue hace muy poco, pero fue hace cinco años, que le leí a mi hijo más chico las aventuras de Tom y Huck.
Todavía hoy, cuando voy a alguna feria americana y veo lomos amarillos, me acerco para saludar a los viejos amigos. Sigo buscando un ejemplar de las Mil y una noches para volver a ver esas ilustraciones ante las que pasé tantos instantes de asombro.
Pablo Cruz Aguirre, aunque se crió en Mar del Plata, ahora es cordobés, de Capilla del Monte. Trabaja en diseño gráfico, traduce y escribe…y es un amante de los libros.

BONUS TRACK: MUESTRA ONLINE
En la web del Museo de la Ilustración Grágica, MIG, puede verse la muestra virtual organizada por el Centro Cultural Roberto Fontanarrosa de Rosario: Recordando a la Colección Robin Hood. https://museomig.org/
Allí pueden admirarse los trabajos de muchos de los ilustradores que participaron de la colección, como Ely Cuschie y Oscar Soldati y Pablo Pereyra.
Si tenés alguna historia entrañable para contar, escribí a hola@amantesdelobueno.com
Que buen recuerdo. Mi colección se la regalé a uno de mis nietos. El Príncipe valiente, Azabache, ColmilloBlanco, Los caballeros de Rey Arturo, Buffalo Bill, etc.
WoW!
Muchas gracias por el recuerdo
Una de los propósitos de Amantes es hacerte rememorar las buenas épocas pasadas…
Saludos de los Amantes!
Recuerdo que, a fines de los años 50, esperaba ansiosamente el día de mi cumpleaños, ya que mis padres, tíos, etc. me regalaban libros de la colección Robin Hood, que yo leía una y otra vez!
Además de los más conocidos, tenía varios de una serie que se llamaba: “Bomba, el niño de la selva”.
¿Adónde habrán ido a parar todos?
¡Cuánto lamento no haber guardado aunque sea algunos!
Me vienen a la memoria los momentos de lectura a la hora de la siesta, como no me gustaba dormir, leia, Buffalo Bill, Mujercitas, Una niña anticuada, La cabaña del Tio Tom, me transportaba a otras realidades. Fantastico recuerdo, gracias!
En mi adolescencia y a partir de un accidente estuve durante el verano internada e imposibilitada de caminar. En esa época mi abuela paterna tenía una librería y me atiborró con los libros de la colección Robin Hood: Mujercitas ( Jo March se convirtió en mi heroína), Hombrecitos, Ocho primos, Rosa en Flor, El príncipe feliz. y tantos otros. Qué enorme placer me proporcionaron! Creo que fue a partir de ese momento que me convertí en una lectora empedernida.
Los compraba con los mínimos “sueldos” que me daban padrinos y tíos. Siempre fui rápido para leer, así que por más gordos que fueran aquellos amigables tomos amarillos me los acababa antes de conseguir nuevo$ regalos familiares. Para aguantar la espera los releía una y otra vez. A algunos, mis preferidos, me los sabía casi de memoria, como “Los cuentos de la Alhambra” o las sagas de May Alcott y Mark Twain.
En 1993 y con un libro premiado para presentar en Buenos Aires recalé en el piso de un amigo que era vecino del editor/director de la colección. Me regaló uno de sus títulos y allí está, junto a mi cama, convertido en el representante de todos los que había regalado y perdido por el camino.
Qué buena historia y que pinta la época…juntábamos los pocos $$ y nos íbamos a comprar el libro. Había tanto disfrute en ese hábito juvenil. Y cuando ya no teníamos ahorros volvíamos a leer el primero del estante….!!! Gracias, Dante!!
Otros títulos:
El cuervo Banjo; Theodora du Bois
Jerry de las Islas ;Jack London
Hermoso recuerdo , fueron mis primeros libros de la colección, un regalo de Navidad, de una tía.
La hora de la siesta era el momento mas esperado para disfrutar de la lectura.
Gracias por traerme tan gratos recuerdos.
Atesoro los Robin Hood con mucho celo y cariño , a pesar de mis años nunca me cansare de volver a leerlos y contemplar esas maravillosas ilustraciones que tanto me hicieron soñar de niño.