Enciéndanse… las viejas luces de aquel café concert…

Por Elio Marchi

Al mismo tiempo que los glamorosos se sacudían en Mau Mau, en otro rincón de la ciudad, Lino Patalano, yo y algunos locos más, poníamos en marcha otra sacudida: un fenómeno teatral que duró casi una década.

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Hoy y ayer: con Edda Díaz y Cipe Lincovsky. Y con Lino y Edda

Corría 1970. El hombre había llegado a la luna, el “hasta la victoria siempre” se reducía a la cara del Che estampada en remeras y los hippies dejaban de herencia, junto al “hagamos el amor y no la guerra”, el batik, el Musk y al que quería, porros.

En Argentina había pasado el Cordobazo y los milicos seguían jugando al “baile del sillón”…

Edda Díaz, Nora Blay, Antonio Gasalla y Carlos Perciavalle habían convertido a ¡Help Valentino! en leyenda, y ponían la piedra fundamental de lo que sería el futuro café concert argentino.

Por entonces, Lino Patalano  y yo ya habíamos escrito, producido, actuado y dirigido Viaje a la Aventura, un infantil que estrenamos con éxito  en el teatro Embassy junto a un grupo de amigos e, inoculados con el virus del teatro, decidimos que ese año íbamos a ir por más.

El Di Tella estaba cerrado y solo quedaban dos espacios donde los artistas podían actuar y protestar sin temor a la censura: La Botica del Ángel y La Fusa. Así fue que un día Lino, con ese espíritu de líder que ya tenía e intuyendo que detrás de cada crisis siempre se esconde una oportunidad, nos dijo:  ¿Che.. qué les parece si ponemos un café concert?…  ¡Dale!, contestamos, sin saber que de esa forma íbamos a crear el primer eslabón de la cadena de cafés concert más exitosa de la Argentina, en cuyas carteleras brillarían hasta 1977 los nombres de las figuras más importantes del mundo del espectáculo.

Empezamos a buscar local, sin tener idea de cómo haríamos para pagar el alquiler y solventar los gastos que demandarían las instalaciones. No sé cuánto tiempo nos llevó encontrarlo, pero milagrosamente apareció uno en Libertad casi Santa Fe, a metros del Regina.

Era un semisótano oscuro, húmedo e insalubre, que según nos dijeron había sido la cocina del hermoso petit hotel de arriba. Tenía la ventaja de un alquiler accesible, entrada propia  y un ventanal enorme a la calle… pero los inconvenientes de una pared que dividía dos ambientes, más recovecos que escondían algo tras los ladrillos. Pero para eso Lino tenía la solución: una maza y su frustrada vocación de arquitecto.

Con Lino, Edda Díaz, Gasalla, Perciavalle y otra vez Gasalla

Lo que vino después fue vertiginoso. Todos pusimos el lomo, la cara, los sueldos y el trabajo para que en poco tiempo ese oscuro agujero se convirtiera en uno de los locales más sofisticados del momento.

Tiramos abajo la molesta pared, descubrimos detrás de  unos ladrillos lo que había sido el hueco del ascensor que rápidamente transmutó en cabina de luz y sonido, blanqueamos las paredes e instalamos un diminuto escenario en una esquina del local, un cómodo camarín en el hall y hasta una cocina. Conseguimos gratis el whisky que estaba de moda y compramos gaseosas y unos dudosos jugos de fruta de bidón, con los que milagrosamente nunca intoxicamos a nadie.

Fueron innumerables las personas que colaboraron con nosotros. Pero quiero destacar especialmente el día en que se apareció por el lugar Linda, la mamá de Lino. El local era un caos pero ella, muy tranquila, se sentó frente a nosotros y sacó de su cartera negra un fajo impresionante de billetes que puso a nuestra disposición para saldar deudas. Había sospechado que estábamos en problemas y junto a su marido Luigi decidieron  hipotecar la casa.

Ese acto extraordinario, digno del neorralismo italiano, pasó a ser una costumbre… nada más que en lugar de ser los padres de Lino, fueron su hermana y su cuñado quienes, además de atender en su teléfono de Villa Ballester las reservas para el local, de tanto en tanto ponían sin dudar su título de propiedad en nuestras manos.

Los arreglos corrían a toda marcha y aún no sabíamos con qué espectáculo íbamos a inaugurar. Fue entonces cuando Edda Díaz -que ya era muy conocida por Los Campanelli-  pasó por el Regina para proponer un espectáculo. Como el teatro ya estaba programado, era imposible. Entonces Lino le contó del café concert que estábamos armando enfrente y la llevó para que lo viera.

Aquello estaba todavía en plena obra y Lino usaba sus mejores argumentos para convencerla de que esa cochambre, que encima bautizaríamos La gallina embarazada, se convertiría en un lugar decente y apropiado. Mientras, Edda recorría todo el espacio con una mirada mezcla de terror y admiración. Al cabo de unos segundos que nos parecieron horas, nos miró, y lanzando su famosa carcajada, exclamó: ¡Me encanta! ¿Cuándo debutamos?

Gasalla y Perciavalle, reencuentro en 2001

Llegó la noche del viernes 18 de septiembre de 1970, rompimos el huevo que cubría la puerta e inauguramos con un show en el que Edda hacía un par de números -entre ellos el de mi poema La Gallina Embarazada– y Valeria Vanini cantaba  los mejores covers de Mina y Ornella Vanoni. Había otro artista, un muchacho muy buen mozo, que cantaba muy bien y del cual no recuerdo el nombre pero sí que se afilaba a una de nuestras socias.

Para esa noche, en la que gracias a los contactos que Lino tenía por el Regina habíamos invitado “al tout Buenos Aires” nos mandamos a hacer ropa a medida.  Las chicas eligieron túnicas extravagantes. Lino se mandó a hacer un elegante traje Mao y yo, con menos reparos, me arriesgué a un conjunto de corte hindú en color azul eléctrico.

La inauguración fue un éxito tremendo y la noche se hizo larguísima. No sé cómo fue, pero amanecimos tomando café en el Tabac de Avenida Libertador. Al salir a la calle, el sol alumbraba en forma impiadosa y mi traje azul eléctrico era un atentado a las retinas de quienes venían a desayunar. Hubo quien nos miró como si hubiésemos escapado de la banda del Sargento Pepper. Pero no nos importó. El mundo estaba estrenando una década y nosotros, con la vida por delante, empezábamos a hacer historia.

Elio Marchi es escritor, productor, actor y uno de los directores del Teatro Maipo.