Nuestro querido Charles

Por ADLB

En un tiempo en que buena parte del cine intenta conmovernos con efectos especiales y trucos inimaginables es muy grato rebobinar y revisitar el otro extremo.

El gran Charlot

Lo podemos haber visto cientos de veces, nos pudo haber hecho reír o emocionarnos otras tantas, pero la magia de Charles Chaplin, Carlitos para este lado del continente, sigue manteniéndose absolutamente intacta.

Su figura y sus grandes películas forman parte de la historia del cine universal… Sin embargo, el disfrute que ofrecen algunos pequeños momentos de esas películas es invalorable, básicamente por la economía de recursos con los que están construidos.

Se trata de un actor haciendo mímica o fonomímica, no más que eso, pero el timing con el que ocurre todo, la precisión con la que los movimientos se van encadenando, la gracia de cada gesto, seguramente es fruto de muchas horas de ensayo… y de un genio irrepetible.

Para ejemplo, dos botones: Carlitos, en Tiempos modernos, cantando y bailando Titine, una vieja canción que popularizaran Mistinguett y Maurice Chevalier, donde se adelanta muchos años al famoso moon walk de Michael Jackson…

Y en El gran dictador, como un movedizo barbero que atiende a su estupefacto cliente, al compás de la Danza Húngara Nro 5 de Johannes Brahms.

Son lo que dijimos: un gran actor y música. Ningún FX, ninguna cosa rara, casi ningún corte. Simplemente talento al natural, listo para disfrutar.

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