Hipster a la criolla
Colegiales, un barrio tranquilo pero juvenil, donde la movida vintage convive con la vanguardia en sutil armonía.

Vivía en Amsterdam y estaba a un año de jubilarme y cumplir mi sueño de volver a Buenos Aires (si, ya sé, no me digan nada… son cosas que a uno le pasan). Entonces, justo entonces, la conocí un fin de semana en Utrecht.
Ella estaba sacando fotos a unos graffitis y yo, que no tenía nada que hacer, había ido a pasar el día para probar mi cámara nueva, que era casi idéntica a la suya. Me acerqué para consultarle alguna cosa porque vi que la manejaba con mucha soltura (y porque estaba buenísima).
Me dijo que era fotógrafa y que se dedicaba al street art. Se llamaba Annelin y vivía en Amsterdam. Yo no me daba cuenta qué edad podría tener pero sospeché que no llegaría a los treinta y cinco ni con muchísimo viento a favor. La invité a tomar algo y le ofrecí llevarla de vuelta a Amsterdam en el auto (a nuestra edad no hay tiempo que perder).
Salimos unas veces, me llevó a ver su trabajo por unos barrios tan ásperos de los que no me imaginaba cómo salía ilesa con sus pinturitas y sus aerosoles, pero no dije nada. A esa altura yo ya estaba enamorado como un salame. Le conté que en unos meses dejaría Holanda para volver a Buenos Aires, omitiendo la palabra “jubilación”. Para mi sorpresa, se entusiasmó con acompañarme siempre que pudiéramos elegir juntos la casa para los dos.
Yo había vivido cerca del caos de Córdoba y Pueyrredón y ahora buscaba algo tranquilo. Desde la compu paseamos por los cien barrios porteños, hicimos todos los street views imaginables y nos decidimos por un PH en el vibrante y desconocido –para nosotros– Colegiales.
Al año de habernos instalado, Annelin, así como se entusiasmó con venir se entusiasmó con irse, y se fue. Sin saberlo, me había hecho el mejor de los regalos: instalarme en el que hoy es un barrio que no cambiaría por ningún otro.
Colegiales tiene la proporción justa entre antiguo y nuevo, entre tradicional y moderno sin pretensiones, sin querer ser estrepitoso. Es barrio, es cool y es variado. Las casas bajas o departamentos de pocos pisos superan las torres, no es muy comercial y hay varias plazas.
Quino y Caloi, dos genios de la historieta nacional tienen las suyas: Mafalda y Clemente, que los fines de semana se llenan de gente pasándola bien. Están al lado del Mercado de Pulgas de Dorrego donde con Annelin nos abastecimos de gran parte del mobiliario de nuestra casa (incluidas algunas piezas dignas del tren fantasma que hoy están ocultas).
Pasear por el Mercado de Pulgas es un programa lleno de sorpresas y una especie de volver a vivir con hallazgos como un Telepibe, el muñequito emblemático del canal 13, que en un rapto de Don Fulgencio, me compré a precio de oro porque me hizo acordar al que desde lo alto del televisor de mi abuela, parado en una carpetita encarnaba a una especie de santo protector de ese reciente entretenimiento doméstico.
En los locales del mercado podés encontrar revistas, vinilos, billetes viejos, fotos, muebles, vajilla, adornos y lo que se te ocurra. Está rodeado de cafeterías, papelerías artesanales, tiendas con encanto, parrillas y restós con ofertas para distintos presupuestos.
Colegiales es un barrio tranquilo con una verdadera movida joven. Forma parte del distrito audiovisual donde se ubican productoras de cine y tv, el Teatro Vorterix, una sala para mil quinientos espectadores con su radio y su plataforma virtual, creado por Mario Pergolini y la mítica Rock´N Pop desde donde, en los ´80, nos deleitábamos escuchando Aquí radio Bangkok.
Salir a caminar por Colegiales en cualquier época del año es un gran placer. Calles arboladas, un olor a leña en el aire que de repente aparece para dar cuenta de alguna chimenea encendida, casas antiguas en perfecto estado, obras que anuncian departamentos bajos, que no ocultarán la luz ni el sol, y bicicletas y monopatines que favorecen el silencio. Una interminable galería al aire libre de graffitis y street art refinados, sin agresividad, realzando paredes de edificios nuevos o viejos con recursos de diseño y gracia.
El que sienta añoranzas por un pasado lejano puede llegar hasta Conde y Lacroze, la avenida más comercial y menos glamorosa, y tomar un café en el centenario Bar Conde, amotinado desde 1902, contra la piqueta y las demoliciones para alegría de sus parroquianos. Quien tenga que ir al centro llegará a Retiro en sólo tres paradas del tren Mitre, desde la estación Colegiales.
Yo casi no voy. Todo lo que necesito lo tengo en este barrio hipster sin ínfulas donde el restaurante de un chef reconocido en el mundo convive con el taller mecánico de los entrañables Cacho y Darío en perfecta armonía.
Fotos: Luz Martí
Si querés contar una historia de tu barrio, aunque sea “prestado”, escribinos a hola@amantesdelobueno.com
Viva Colegiales!
Mi casa queda en la triple frontera entre Belgrano R, Belgrano C y Colegiales. Cada Belgrano me aporta lo suyo pero en Colegiales soy mucho más feliz.
Gracias por este homenaje.
Hola! Soy nueva en este sitio. Quería comentarles que me encanta Colegiales! Cuando mi hija mayor transitaba su educación primaria, cada día la llevaba a la Escuela del Sol y a veces, esperándola a la salida, recorría esas calles, muchas de ellas por ese entonces, aún empedradas. Tengo amigos en Colegiales y visito el barrio a menudo. Soy música, varias veces tocamos con amigos en bares de ese barrio. Es riquísimo en oferta cultural!! Vivo en Nuñez, otro encanto en esta ciudad furiosa por momentos. Trataré de traer mi experiencia nuñence!! Hermosa reseña de Colegiales Lucio!!