El cementerio que no es
Nápoles es la ciudad más contradictoria que conozco: rebelde, caótica, apasionada, hermosa, alborotada, vibrante y, a veces, violenta.

No alcanza la fuerza de los adjetivos para describirla, pero me atrevo a decir que es una ciudad muy del “chakra raíz”, como dirían los sanadores pránicos.
Como los animales, parece olfatear si vas a visitarla con miedo o no. Te ataca o te abraza, no tiene término medio.
En mi caso, como sabe que la amo y defiendo contra viento y marea, es tan fuerte el afecto que cuando estoy por abandonarla, se da cuenta y se las ingenia para que me caiga un lagrimón.
Con tanta intensidad de contradicciones, Nápoles esconde mil y un secretos… ¡en cada esquina!
Entre tantas idas y venidas a la antigua Parténope (como se la llamaba en sus orígenes) había sentido hablar del Cimitero delle Fontanelle como un lugar muy especial de la ciudad, no muy visitado por los turistas, porque queda en pleno rione della Sanità, conocido como uno de los principales barrios camorrísticos.
Vale la pena aclarar que en Italia existen dos palabras que equivalen a la española barrio. Una es quartiere que significa literalmente barrio y la otra es rione que quiere decir barrio heavy.
Un día, leyendo la crítica de la película La paranza dei bambini, escrita por Roberto Saviano, me enteré que este dichoso cementerio había sido utilizado como locación principal para esta filmación y también para el Viaggio in Italia, de Roberto Rossellini, así que decidí que en mi siguiente visita, iría al rione della Sanità a visitar el famoso Cimitero.
Viaggio in Italia dirigida por Roberto Rosselini y protagonizada por Ingrid Bergman
Viniendo de Montevideo, nada de lo que yo pudiera ver en este barrio podía alarmarme a primera vista. De hecho, me encontré con gente súper simpática y parlanchina, siempre dispuesta a contar alguna historia. Así fue que me enteré, por ejemplo, que en ese mismo emblemático barrio había nacido el genial Totò.
¡Chapeau al rione Sanità!
Al llegar al Cimitero delle Fontanelle me sorprendió su entrada porque se parecía más a una mastaba egipcia que a lo que tradicionalmente conocemos como cementerio.
Estando dentro de esa gigantesca catacumba escuché, (porque los napolitanos hablan hasta por los codos en cualquier momento y en cualquier lugar, y hay que ajustar el oído para entenderlos), que en realidad lo llamaban cementerio pero no era un cementerio.
El Cimitero delle Fontanelle es un osario, un depósito de huesos muy bien ordenado: los fémur con los fémur, las costillas con las costillas, los cráneos con los cráneos.
Son huesos de miles y miles de ilustres desconocidos que murieron en la época de la peste negra y alguien, allá por mil ochocientos y algo, tuvo la idea de apilarlos en orden y dejarlos a la vista.
Como los napolitanos, además de charlatanes, son muy ocurrentes, no faltó el día en que uno tuvo la brillante idea de decir que un cráneo le había susurrado los números que iban a salir en la lotería y efectivamente el hombre ganó la lotería. A cambio, “el cráneo” le había pedido que le pusiera una moneda en la parte de la coronilla para marcarlo como suyo y que, a partir de entonces, le debería dar un nombre y “cuidarlo” trayéndole velas y flores para destacarlo dentro de tantos huesos “muertos”. Si no cumplía con la promesa, todo lo que había ganado desaparecería por arte de magia.
No solo este buen hombre cumplió al pie de la letra con lo prometido a su “amigo cráneo”, a quien bautizó Capitano, sino que se encargó de contarle a todos sus amigos lo que le había pasado.
Sin perder mucho tiempo, los napolitanos corrieron todos al cementerio (que no es cementerio) a elegirse un cráneo para “adoptarlo” y tener a alguien al que se le pueda pedir todo tipo de favores. Hoy en día es casi imposible encontrar un cráneo que no tenga una moneda en la coronilla. Están todos adoptados.
Cuando le pregunté al que me había contado la historia, qué tipo de favores eran los que preferentemente se pedían, sin dudarlo demasiado me dijo que el ganar la lotería había sido inicialmente el favorito de todos, pero como no todos podían ganar la lotería al mismo tiempo, habían aparecido otros favores.
– Pedimos por la salud, para que gane el Nápoles al fútbol, pero últimamente se pide para estar protegidos en el tránsito.
– Y si, -le dije a mi amigo- es que acá van como locos, nunca se sabe cuándo frenan y cuándo no.
– Es que acá se maneja alla napoletana, me retrucó.
Lo interrogué con la mirada para saber si había algo especial que debería que saber y mi gesto tuvo su efecto.
– Son los cinturones de seguridad -agregó con aire de revelarme una travesura- no los usamos.
– ¿Y no les hace ruido el auto cuando no se lo ponen?”
– Los abrochamos, ¡claro! Pero nos sentamos arriba para que no molesten.
– …!!!
Claro, a la manera napolitana, lo irreverente siempre tiene sentido.
Como el cráneo adoptado del osario.
Lo que me olvidé de preguntar es si estos cráneos se heredan o “mueren” con su dueño.
Voy a tener que volver para averiguarlo.
Sabina Ricagni de Assis, es publicista y escritora. Su último libro: No hay WIFI en el purgatorio.
Fotos: Sabina Ricagni
Si conocés algún lugar secreto, no dejes de escribirnos a hola@amantesdelobueno.com
Brillante Sabina , como siempre . Temas diferentes tratados con maestria e ingenio .
Muy bueno..me gustó
Fantástica tu historia de cementerio
Y me divierte los cuentos sobre los napolitanos
Cariños Ema
Volve y escribi
Muy lindo
Turismo tentador
Bravo
Nápoles,ciudad de ensueño y de misterios.