Carrasco je t´aime

Por Cecilia Lavista

Es tranquilo, tiene La Rambla cerquita y pasé mis mejores años.

Hacía tiempo que Carlos me hablaba de irnos a una casa en Carrasco, “mejor calidad de vida para toda la familia, la estufa a leña, andar en bicicleta con los chicos, naturaleza, caminatas”… Me costaba entusiasmarme, nunca había salido de un departamento, pisos altos, buena vista… y este cambio radical no despertaba eco en mí.

Comenzamos a mirar casas, con un presupuesto bastante ajustado. Una realmente me enamoró, sin causa alguna y ¡era accesible! Era sobre la calle San Nicolás, situada en el límite entre Carrasco y Punta Gorda, con una escuela pública a escasos cincuenta metros, no era una calle elegante pero sí encantadora.

Durante 35 años esa casa y ese barrio, le dieron a mi vida la cuota de magia que venía añorando.

La Rambla quedaba a una cuadra y allí descubría un mundo distinto: los pescadores y sus historias. De a poco me fui aquerenciando con uno de los tres puestos de venta de pescado. Toda la familia estaba involucrada en el negocio, las dos hijas eran respectivamente vendedora y cajera, el yerno con dos empleados sacaban a diario la barca y se encargaban de la limpieza y el  mantenimiento.

Damián, el dueño y encargado de las relaciones públicas, me contaba que él venía desde chico a jugar  al fútbol a la esquina de Araucana y la Rambla, y que en 1939, cuando se lotearon unos terrenos, pasó a ser flamante propietario, por primera vez en la vida.

-“El pescado sobraba en ese entonces y casi se regalaba… y ahora, muchas veces debemos comprar pescado a intermediarios para contentar a nuestros clientes y poder sobrevivir”, me contaba.

Su cara adquiría una expresión de tristeza que no duraba mucho. Él me fue presentando el barrio. El Club Naútico, la playa La Mulata, frente al Hotel Atlantic ya inexistente pero vivo a través de sus relatos. En la subida de Coimbra, girando a la izquierda descubrí la Plaza Virgilio, para muchos jóvenes un lugar de encuentros furtivos desde la caída del sol… para nuestro núcleo familiar diversión asegurada escalando y buscando escondites.

El Hotel Oceanía fue durante años fuente de fiestas en la Noche de la Nostalgia, un invento del empresario Bertch Rupenian, invento que continúa animando las vísperas de la celebración de la Independencia, todos los 24 de agosto.

El barrio tiene una inagotable fuente de reservas para todos los caminantes. Muchas veces el viento me hacía desistir de mis caminatas por la Rambla, pero Thays me esperaba en la Plaza que lleva su nombre para recordarme que no solo en los Bosques de Palermo y en la calle Garay ha dejado su impronta, sino también en Carrasco.

Una vez más un aprendizaje sobre la importancia de dejar huellas en nuestro entorno para las futuras generaciones.

Llegó un momento en que la casa nos fue quedando grande, los hijos emigraron a sus nuevos hogares y tuvimos que despedirnos de ella, alejándonos del barrio para construir esta nueva etapa.

En mi interior quedó para siempre. Fue un barrio que le dio a nuestra familia oportunidad de encuentros y experiencias conmovedoras.

¿Qué barrio llevás en tu corazón?