Con amigos es mejor
Existen viajes placenteros y otros decididamente desagradables. Pero hay una tercera categoría: la que sabemos que por momentos “la pasaremos mal” e igual decidimos hacer. Navegar a vela por la costa patagónica y de Tierra del Fuego es un buen ejemplo. Y allá partimos tres amigos de la infancia a dejarnos llevar por el Tango.

Cuando me invitaron al periplo de navegación al Sur me entusiasmé, aunque pasé largas horas imaginando las posibles incomodidades y –por qué no decirlo– peripecias que una travesía de este tipo podía deparar.
Navegar a vela las 1600 millas náuticas (unos 2900 kms) que separan Buenos Aires de Ushuaia no debe ser considerado en absoluto un acto temerario y menos aún heroico, sin embargo, no por ello debe ser tomado a la ligera. El mar, y en especial el Atlántico Sur puede sorprender, y no siempre en forma grata.
Conocía a los demás tripulantes habíamos navegado juntos hacía años sin ningún achaque y con el optimismo de la juventud. Ahora, promediando los setenta, duele la espalda, nos falta agilidad y nos cansamos más.

El primer intento de llegar a Ushuaia (enero del 2019) fracasó. Estando muy cerca de Cabo Vírgenes (boca oriental del Estrecho de Magallanes) tuvimos que pegar la vuelta por problemas del motor. Si bien habíamos dedicado mucho tiempo a preparar el barco, quedaban muchos “cabos sueltos” que el mar tardó poco en poner en evidencia. Apuntamos al Norte y en Puerto Deseado me desembarqué junto con otro viejo compañero de aventuras náuticas. El Tango volvió a Buenos Aires con una tripulación de recambio.
En enero de 2020 tuvimos más suerte: llegamos a Ushuaia luego de varias semanas de navegación, habiendo hecho escalas en Mar del Plata, Golfo Nuevo, Camarones, Puerto Deseado, Bahía Thetis y Bahía Cambaceres (estas últimas en Tierra del Fuego). Un extracto de la bitácora de a bordo (entrando a Bahía Thetis):
Al entrar vemos grandes manchones de “cachiyuyos”, de los cuales tanto habíamos oído. Los vamos esquivando cuidadosamente. Yo timoneo, el resto dirige. Vamos al “Fondeadero Igor” y fondeamos a unos 300 metros de la costa. Se ve claramente la entrada a la caleta. ¡Hemos llegado a Tierra del Fuego! Hito importante para mí.
07:00 horas: Estamos fondeados en Thetis. Notable paisaje a la luz de esta mañana, fuerte contraste de colores entre colinas donde da el sol y aquellas con sombra. Debe ser muy parecido a Escocia. Bosque austral, luego de la árida estepa patagónica, sobre la playa blanca rompiente.

El Tango quedó en Ushuaia: el plan era volver en primavera de 2020 para hacer una recorrida corta por los Canales Fueguinos, y luego en enero de 2021 para seguir recorriendo esta zona y traer el barco de vuelta a Buenos Aires. Pero el COVID trastocó todo y el programa de Canales Fueguinos quedó cancelado.
Por suerte pudimos viajar en enero de 2021 para traer el barco de vuelta. Aún sin vacunas a la vista zarpamos cruzando los dedos para que nada pasara (tres de los cuatro éramos de “riesgo”). Un escenario de contagio en el medio del mar era, por decirlo suavemente, algo preocupante. ¡En los siguientes días, dos de los tripulantes estuvieron con fiebre! Mi imaginación volaba por los cielos e imaginaba un barco a la deriva con cuatro cadáveres momificados. Por suerte, fue un simple resfrío. ¡Una vez más la suerte estaba con nosotros!

El regreso fue una experiencia que siempre recordaremos. Llegamos a la Isla de los Estados, un lugar salvaje rodeado por un mar de humores cambiantes. Lentamente y con esfuerzo, debido a vientos en general en contra, fuimos abandonando las frías y solitarias aguas de Tierra del Fuego y Patagonia Sur, adentrándonos en parajes más benignos. Vimos toninas overas en el Río Santa Cruz y la accidentada e impactante costa patagónica que rodea a la Bahía de Camarones. En la amplia ría de San Blas estuvimos varios días esperando el cambio de viento. De la bitácora de abordo, cruzando el enorme Golfo de San Jorge rumbo al norte:
09:00 horas: Yo durmiendo, me despierta un fuerte chirrido y olor a quemado. En forma inmediata apagamos motor. ¿Estaremos sin motor? Si es así, tenemos un problema no menor, faltan aún muchas millas por delante. Aunque Camarones está a 30 millas (cerca) no será fácil llegar allí con viento de proa y/o fuertes corrientes cerca de la costa. Además, gran desafío para atracar este barco de 15 toneladas en una dársena minúscula.
Alejandro parece tranquilo. Opina que puede ser el compresor de la heladera que estuvo muchas horas conectado. Luego del mate encendemos motor sin conectar la heladera, efectivamente es el compresor. Posiblemente un rodamiento. ¡Zafamos una vez más!

Las travesías que hicimos en el Tango permitieron conocer una geografía singular. Pero también, conocernos mejor nosotros mismos y valorar lo mucho que tenemos. La tripulación (entre los cuales, varios éramos amigos desde hace muchas décadas) vivió la experiencia en forma armónica, mas allá de algunos chispazos pasajeros. Veremos que nos depara el enero próximo. Quedaron varios lugares por explorar….
El noble Río de la Plata fue la escuela del ingeniero agrónomo Marcos Gallacher desde la adolescencia. Hoy alterna su pasión por las velas con las aulas de la Universidad del CEMA donde es profesor de Economía
Si tenés alguna historia entrañable para contar, escribinos a hola@amantesdelobueno.com
Cuánta fue mi grata sorpresa al darme cuenta que el relato no era sobre el tango, musicalmente hablando, sino una aventura entre jóvenes de mi edad. Me dije: Yo también voy!
Gracias por llevarme, un ratito, leyéndolos en la madrugada, a navegar.👏🏼👏🏼
que buenoooo los amo a los tres…quien se propone algo y lo hace merece todo mi respeto…..imagino que trajeron miles de bueno recuerdos….el relato me hizo sentir que los acompañaba ..pude ver el verde de los bosques y el azul del agua…..gracias por este regalo saludos……