Roma, come ti amo

Por Luz Martí

En Los 80, Jorgelina Depetris, fue compañera inseparable de las Gambas al Ajillo, el irreverente grupo que animaba las noches del mítico Parakultural. Luego trabajó como directora de casting con los mejores directores de cine de Europa. Hoy reparte su tiempo entre los casting y un laboratorio de teatro en Italia.

Nunca tiene tiempo pero finalmente accedió a “vernos”. Un respiro mientras prepara el reparto de un film polaco con Isabelle Huppert.

Nuestra cita por zoom fue un loquísimo desayuno-almuerzo de domingo: imposible coincidir en el tipo de comida con cinco horas de diferencia.

Pantalla romana: ensalada de pulpo, queso y vino. Pantalla porteña: café con leche, tostadas y queso light (lo mío, definitivamente, una tristeza).

Nacida en La Falda y criada en Buenos Aires, Jorgelina, menuda, de aire juvenil y simpático, fue la Gamba encubierta. Asistente, amiga y compañera de salidas de las inefables Gambas al Ajillo, el mítico grupo de mujeres humoristas que, en los 80, desde el escenario del Parakultural representaban la libertad, el permiso y el delirio. “Nos reíamos mucho, estábamos todas de la peluca y hasta hoy seguimos siendo grandes amigas”.

De un día para el otro Jorgelina necesitó un cambio en su vida. Con su experiencia como directora de casting de una agencia de publicidad, su paso por el teatro under, su italiano de la Dante Alighieri y la ayuda de un novio “medio tano medio suizo que me regaló el pasaje” aterrizó en Milán. Tenía veintinueve años.

Trabajó como camarera en una pizzería hasta que a través de amigos se cruzó con Silvio Soldini, director que le propuso “animarse” a armar un casting para su segunda película. Necesitaban encontrar una joven gitana.

La búsqueda llevó a Jorgelina a Eslovaquia, Bucarest y finalmente a Budapest donde encontró a la candidata justa para el personaje: una chica de dieciocho años, que respondía exactamente al physique du rol, no hablaba una palabra de italiano y juró ser gitana aunque nunca se lo creyeron.

Lentamente su tarea empezó a dar frutos. Durante un largo tiempo vivió en la Toscana, en medio de un antiguo viñedo y cuando tenía trabajo se trasladaba adonde la necesitaran.

Encontró personajes en Rusia, Senegal, Túnez, Estambul y Albania. Convenció de actuar a gente que jamás lo había hecho, a la que después acompañó como coach y guía en los rodajes. Poco después se trasladó a Roma y armó ahí su pequeña agencia de casting.

Jorgelina es divertida, gesticula, toma vino y mezcla palabras de los dos idiomas. Con las manos se revuelve una y otra vez el pelo corto y rubio, y le queda un peinado que me hace acordar al pajarito “Woodstock” de la tira Peanuts. Se lo digo y se ríe.

“Mi familia debe ser una familia de pajaritos locos, a mi vieja, mis amigas la llamaban ´Tweety´. Fui muy feliz y aprendí mucho haciendo films con directores como Soldini, Saverio Costanzo, Carlo Mazzacurati, Vittorio de Seta y otros más. Nunca paré. También hice mucho casting para series de TV: Francia, USA, o Alemania, el de In treatment (En Terapia, en Argentina) de Netflix …¡Uyyyy cuánto! Ni yo misma me doy cuenta de todo lo que hice”.

En sus entrevistas para repartos notó carencias en la forma en que los actores jóvenes se presentaban a las audiciones y decidió dar pequeños talleres para enseñar las mejores formas de hacerlo dependiendo de si se trataba de un film de autor o una serie de tv.

“Cuando un director me busca no solo me hace sentir bien por mi trabajo, me entusiasma la idea de encontrarme con gente nueva, con chicos a los que a lo mejor esa oportunidad les cambia la vida. Sé que voy a conocer personajes interesantes o estrafalarios y hasta agregar buenos amigos. Este es un laburo muy intenso pero muy gratificante”.

Sin abandonar el casting, hace tiempo se volcó a la enseñanza, al contacto rejuvenecedor y vibrante con los jóvenes. Muchos años en el oficio, una rebeldía inteligente y confianza en sí misma la llevaron a crear su propio método de enseñanza.

“Algo más dinámico, más veloz que lo tradicional, una especie de laboratorio de investigación, una Pallab (mezcla de “pallestra” y “laboratorio”) para entender los distintos medios que hoy te permiten mostrar trabajos actorales, algo más para la era Smart que vivimos.

Su propuesta pone un fuerte acento en el movimiento y en la expresión física. Los alumnos se ejercitan practicando escenas y textos pero, sobre todo, en un ajetreo de saltos, risas, llantos y gritos, que los ayudan a contactar con lo más profundo de sus sentimientos, olvidándose de la vergüenza y del miedo al ridículo.

Hoy, el país de Fellini, Antonioni y Sorrentino recibe con curiosidad sus proposiciones  arriesgadas. Los directores y buscadores de talentos la convocan confiando en su estilo, porque la precede su fama de trabajadora incansable y de profesional rigurosa.

En cuanto pueda me escapo a Buenos Aires a descansar un poco y a ver a la familia y los amigos. Tal vez también me anime a dar alguno que otro taller y haya Pallab para todo el mundo  así que ´stai attenti´”.