Piazzolla: una bioparole (1)

Por Raúl López Rossi

El 11 de marzo de 2021 Astor Piazzolla hubiese cumplido 100 años. 

Para recordar su nacimiento, el año pasado escribí un texto que aspiraba a convertirse en un espectáculo: era una biografía del gran músico, pensada para ser escuchada más que para ser leída.

La idea era que un actor carismático –con una linda voz- contara los aspectos más sobresalientes de su vida mientras, cada tanto, sus palabras eran interrumpidas por las composiciones más emblemáticas del homenajeado.

Por distintas razones (ninguna muy razonable), el espectáculo no se pudo hacer. Pero como el texto estaba escrito y para el próximo centenario de Astor no creo que yo ande por aquí, me pareció interesante compartirlo y proponerte un ejercicio: que lo leas como si estuvieras en el teatro, como si te lo estuviera leyendo Darín (total, no tenemos problemas de presupuesto) y, donde está indicado, escuches la música del gran Astor.

Si te gusta la idea, podemos empezar ahora mismo.

Sentate en tu butaca. Observá cómo se apagan las luces de la sala. Y mirá cómo, sobre el escenario oscuro, se enciende un único spot que ilumina puntualmente un bandoneón.

Darín (o quien más te guste) se acerca al bandoneón y, mirando al público fijamente, dice:

El 4 de julio de 1992 dio su último suspiro. Había estado callado durante 23 meses.

De pronto el actor se dirige al bandoneón.

Pero ése no eras vos. Calladito, no eras vos. Vos habías venido al mundo a hacer quilombo. Mucho quilombo. Y lo hiciste.

Se ilumina el fondo del escenario. Descubrimos una formación musical típicamente piazzolliana y escuchamos…

Lo que vendrá, Beltango y la Vojvodina Symphonic Orchestra (2007)

Para no molestarte con más indicaciones teatrales, acordate cómo es la cosa: Darín cuenta. Cada tanto la música interrumpe como se le da la gana (los temas no están puestos siguiendo la cronología sino el sentimiento de lo que se está contando). Ah, y en el teatro iba a haber proyecciones que ilustraban algunos tramos de la historia. Eso te lo debo. Para compensar, cada cierta cantidad de palabras, insertaré algunas imágenes que cumplirán una función parecida. No es lo mismo, pero ayuda.

Sigamos…

Terminó la música. Darín se recompone de la aplanadora instrumental que le acaba de pasar por encima y sigue hablando, por momentos dirigiéndose al bandoneón, por momentos al público. Dice:

Nunca te gustaron las biografías. “Las biografías se las hacen a los muertos”. Siempre decías eso cuando estabas vivo, pero…

Según el diccionario, la palabra “biografía” proviene de un término griego compuesto de 2 partes: “bio”, que quiere decir vida y “graphein”, que quiere decir escribir. O sea: una vida… escrita. Con lo cual ya empezamos como la mona dado que lo tuyo eran las notas, no las letras… y que esta biografía no es para leer sino para escuchar.

En homenaje a tus raíces, podríamos decir que es una bioparole. Pero no sé si eso existe.

Lo que sí sé es que el 11 de marzo de 1921 vos empezaste a existir. En la bella ciudad de Mar del Plata.

Te llamaron Astor Pantaleón… gentileza de tus papás, Asunta y Vicente.

Asunta… una mujer bajita y tranquila a la que le gustaba cocinar cosas ricas… Vicente… un hombre alto e inquieto, al que le gustaba tocar el acordeón. Y amaba el tango.

Asunta y Vicente, no podían estar más felices…

Vivían en un cuarto alquilado, en los fondos de una confitería, por lo que Asunta pensaba que era una muy buena señal que el chico naciera en ese mundo de dulzura.

Aunque no todo era tan dulce. El chico había nacido con un defecto en la pierna derecha… que después de 7 operaciones… 7… quedó como quedó: un poco más flaquita que la otra y 2 cm más corta.

Podrías haber sido el rengo Astorcito… pero Vicente nunca lo permitió. Si te prohibían nadar, él te mandaba a nadar. Si no te dejaban correr, él te obligaba a correr. Se le había metido en la cabeza la idea de que tenías que ser algo grande. Y 2 cm menos de pierna no te lo iban a impedir…

Escuchá…

Triunfal, Quinteto Astor Piazzolla (2020)

Les dije que Vicente era alto e inquieto. Corrijo: Vicente era alto y tenía hormigas en el culo. Siempre pensaba que se podía vivir mejor en otra parte… Y allá iban.

En 1925 decide mudarlos a Nueva York… Nueva York…

Para Astor, a sus 4 años, Mar del Plata o Nueva York querían decir más o menos lo mismo… Pero en poco tiempo se iba a dar cuenta que no eran lo mismo.

Vivían muy cerca de Little Italy, rodeados de italianos y judíos.

Le encantaba el sonido de ese barrio.

Canzonetas que de algún lado le sonaban, música que salía de las sinagogas, bocinas, sirenas, gritos… y jazz… mucho jazzzzz.

El barrio en sí era espantoso… pero en ese momento no se daba cuenta.

Asunta, que nunca había trabajado fuera de casa, se empleó en el taller de un peletero, donde “pegaba” pelos… Vicente, que en Mar del Plata había tenido una bicicletería, aprendió el oficio de peluquero y, supongo que para equilibrar, “cortaba” pelos…

La peluquería era de don Nicola Scabuttiello… con doble te y doble ele… un siciliano que tenía algunas conexiones con la mafia… pero, bueno, nadie es perfecto. Y en aquel barrio, menos.

Un día se instaló otra peluquería cerca de la suya y Scabuttiello le pidió a Vicente que fuera a hacerles una “advertencia”. Vicente fue… no sé qué les habrá dicho… pero no le dieron mucha pelota… Scabuttiello decidió ser un poco más directo: les puso una bomba.

Eran años explosivos. Y en aquel barrio, más.

Pero fuera de eso… y de que, detrás de la peluquería tuviera un garito y fabricara whisky… no era lo peor que se podía encontrar.

Igual, Astor vivía en su mundo. Se había hecho dos grandes amigos… el polaco Nicky Kavalishen y el ruso Willy Lubiansky… con los que no paraban de hacer cagadas… hasta que se enteraban los viejos, claro.

Asunta y Vicente eran, según decía Astor, “padres de esos que ya no vienen más”… Ella, la persona más cariñosa del mundo. Él, un tipo bueno pero más estricto… que creía en su hijo y quería convertirlo en un ganador.

Tal vez por eso le enseñó a boxear… lo que en aquel barrio era un aprendizaje muy útil.

El problema es que boxeaba en la calle… pero también boxeaba en la escuela… Y así le iba. O mejor dicho: así lo iban.

No fue el mejor método, pero Nueva York lo hizo hombre: recibía golpes y daba golpes. Tenía que defenderse. Y lo hacía. Aprendió a hacerse duro y le vino bien… porque le iban a pegar.

Dale play…

Violentango, Franco Luciani y Camerata Almagro (2019)

CONTINUARÁ