Apoliyar en Caballito

Por Enrique Pigni

No quería decepcionarlos, pero lo pensé dos veces y decidí que sí. Lo mejor de mi barrio era rajarse. No pasaba nada en lo que yo pudiera participar.

Caballito es lindo, es mío, lo quiero mucho, pero ¿qué hacés si vivís exactamente enfrente del Instituto del Quemado, para la derecha tenés 3 kioscos, uno de ellos de diarios, una oficina de correos, una ferretería, una librería, un depósito mayorista de quesos, una panadería chiquita y 3 almacenes? Y para la izquierda, una manzana entera con el edificio de Aguas Corrientes, una farmacia, un sastre, un bar y, eso sí, una heladería muy buena de los padres de Frassoldati. Un embole.

Entonces me piraba para Flores o Boedo, donde vivían mis amigos. En mi área de influencia, Pedro Goyena desde José María Moreno hasta Avenida La Plata, no había ni una minita como la gente…

Justo enfrente de mi casa estaba el Hospital Bosch, luego de Quemados. La puerta del colegio.

Los días de semana, caminaba hasta el colegio, Calasanz, y volvía. La valija pesaba una tonelada…las mochilas no se habían inventado. En la época del secundario me tenía que poner medio kilo de gomina para ir a clase porque los curas no te dejaban tener el pelo largo, así que hacía ingeniería capilar para lucir mi efímera cabellera los fines de semana…en otro barrio. Atenti que estoy hablando de los 70. Si no tenías el pelo largo no figurabas ni a placé.

Arriba del Café vivía Rosita, la profe de música. En el PH de al lado, el Turco, dueño del kiosko. En el local rojo se  editaba El Ciclón, el diario de San Lorenzo. La Iglesia del Calasanz.

Siempre viví en Caballito…o mejor dicho dormí. Porque el resto del tiempo, de novio, de estudio o de trabajo, viví en otros barrios en los que no dormiría nunca.

Dejé el barrio cuando me vine a España. En el medio, volví un par de años y después de unos meses de dormir en la casa de mis viejos, en Caballito claro, me fui a vivir a un derpa chiquito que compré en Palermo… Lafinur y Cerviño.

Todo muy lindo pero, la verdad, no me sentía muy cómodo… Aunque en primavera se sentía el perfume de las pizzas de Romario, extrañaba el tufo del depósito de quesos.

Enrique Pigni es creativo publicitario. Desarrolló su carrera en Argentina y en España.

Fotos: Unspalsh y gentileza Pigni.

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