Alerta rojo: Día de la Madre
Año a año repetimos el ritual, ¿será mucho pedir que esta vez sea diferente?

A poco de empezar el día siento que ya tengo material para escribir un paper con todas las dudas que me asaltan año a año: no entiendo qué pasa con el Día de la Madre.
El día de esa mujer a la que ven todas las semanas, que los adora y que para sentirse feliz solo quiere compañía y un poco de calma. Tengo claro que del festejo del Día de la Madre no me salvo, pero prefiero cualquier tarea antes de que me lleven como festejo a comer afuera… Esa experiencia no hay que repetirla, ¡por favor, no!
La combinación de madres de la familia + parrilla no funciona y no es programa para nadie. Una hora de cola en la vereda frente a un incesante desfile de achuras y matambritos llenándote el pelo y la ropa de olor a humo, comerte cinco paneras hasta que aparezca la primera provoleta, y al final vasos de Hepatalgina para digerir los chinchulines fríos… Además, nadie te habla porque están todos mirando sus celulares.
Después de desayunar salí a la calle dispuesta a comprar helado para esa noche. La calle era un pandemónium: hordas de gente que iba y venía con ramos de flores, gente en la farmacia para comprar algún perfume para la tía, que también es madre, o un jaboncito para la abuela, que es madre y no se acuerda. Torbellino de amor filial en movimiento.
“Me cansé, me voy a tomar un café en paz”, pensé. En el bar tranquilo de todos los días la atmósfera se había enrarecido: los mozos se peleaban entre sí, los de la barra, alterados ante la avalancha de pedidos no paraban de golpear la loza, las familias gritaban mientras ordenaban facturas y se pasaban de brazo en brazo a un chico de dos años que chillaba endemoniado, celoso porque la madre amamantaba a su hermano recién nacido y abrigado como para dar una vuelta en trineo.
El ruido era insoportable, la conversación, imposible… intuí que en pocos minutos más eso se convertiría en un bazar persa de olores a pescado frito, pizza, ajo y churrasco, aumento de decibeles en los alaridos infantiles (de excitación o de furia, daría lo mismo), bebidas derramadas sobre manteles y suelos, peleas familiares, intercambio de regalos, y demoras y confusiones con las cuentas.
Pagué mi cortado y salí corriendo mientras me preguntaba cuáles son los parámetros que usamos cuando queremos agasajar a alguien.

Ante semejante simulacro de apocalipsis no tuve respuesta, pero para esa noche resolví las cosas con ingenio para trabajar poco y disfrutar de mis hijos, nietos y de quienes quisieran venir.
Para entusiasmar a la familia elegí ofrecer algo muy de moda: un menú de cuatro pasos. Lo único que no dije es de qué se componía cada paso… porque cuando lo descubriesen ya sería demasiado tarde y no quedaría otra alternativa que comerlo y reírse de su madre, que, por otra parte, es lo que siempre hacen.
Paso 1: picada básica (poco brie, poco crudo). Paso 2: sandwichitos de carne con lechugas, rúcula, huevos duros y tomates (lo que hago siempre) y dos salsas (en vez de una). Paso 3: bebidas varias (más de lo habitual, eso sí, porque anima la velada). Paso 4: los helados que había traído esa mañana (de los gustos que ellos prefieren. La menta granizada para mí, en un vasito aparte).
La reunión fue un éxito, nadie se quejó, que en mi familia no es poca cosa. Cuando se fueron me quedé ordenando la casa hasta las dos de la mañana y después, despacito, antes de acostarme, me inventé un gratificante mini spa casero: una ducha caliente, la crema deliciosa y el perfume que me regalaron. Quedé nueva.
“…El jaboncito para la abuela q también es madre y no se acuerda…” jajaaaaaaaa q bueno volver a reír por las mañanas por leerteee!!! Gracias Luz,por este día d la madre (muy improbable para mí ) y tan identificable para nuestra cultura!!!
que lindo cuentito…. me encantò.
gracias luce.
Que lindo leerte Luz! Imperdible dia de la madre. Creo q adoptare los 4 pasos. Gracias Luz !!!