44 años muy bien dichos
Ricardo Martínez Puente, mucho más conocido como “El Tero” Martínez Puente, cumple 44 años como locutor y sigue tan apasionado por su profesión como el primer día. Razón más que suficiente para escuchar lo que tiene para decir.

¿Desde cuándo quisiste ser locutor?
Desde que tengo uso de razón. En mi casa se escuchaba radio todo el día, se encendía a la mañana y se apagaba a la noche. Y siempre me llamó la atención ese aparatito del que salían voces, noticias, música y hasta radioteatros… Era un mundo al que quería pertenecer, pero al que no sabía por dónde entrar… Hasta que, cuando terminé el secundario –con una especialización en biología a cuestas- descubrí que había una carrera para formarte como locutor y allá fui: exactamente al ISER, el Instituto Superior de Enseñanza Radiofónica.
Y ahí empezaste…
En realidad, mientras cursaba la carrera, trabajaba como periodista deportivo, así me inicié en los medios. Fue en el equipo de Yiyo Arangio, con compañeros como Nelson Castro, Alberto Muney, Hernán Ceres y Ricardo Scioscia… Estaba dentro de la radio, pero todavía me faltaba terminar la carrera y dar un último examen.
Y te bocharon…
Nooo… me aprobaron y apenas tuve el título en la mano, Manolo Haissiner, un hombre histórico de Radio El Mundo y jefe de locutores de la emisora, me ofreció mi primer trabajo como locutor. En el último año de la carrera me desempeñaba como cronista en esa emisora en un programa llamado Una Tarde Diferente conducido por Norberto Malbrán y Marta Moreno, que iba de lunes a viernes de 15:00 a 18:00 y al día siguiente de aprobar el último examen Manolo me preguntó ¿qué hacés hoy a las 6 de la tarde? ¿te quedás a cubrir un turno como locutor? Yo no lo podía creer. En el mismo estudio en el que trabajaba como notero, en la misma silla y con el mismo micrófono estaba debutando como locutor. Me temblaba el pulso… Creía que, al mencionar la sigla de la radio, que era bastante larga, los nervios me iban a deschavar… pero felizmente nada de eso ocurrió. En diciembre del 78 festejé la Navidad con la audiencia de la emisora y también fui la voz que recibió el 79. Ese verano seguí trabajando en Radio Centro, en el mítico edificio de Maipú 555 donde hoy está Radio Nacional, cubriendo las vacaciones de los locutores estables. Una de las cosas que hice durante un par de semanas fue la apertura de transmisión de Radio Antártida a las 5:30 de la mañana. Me acuerdo que presentaba un programa en el que dos personas rezaban el Santo Rosario. Ellos oraban en una mesa, y yo dormía en otra. Me despertaba cuando ellos terminaban con la cortina que ponía el operador… Debo confesar que nunca los vi irse, no sé si era un milagro o era que yo dormía muy profundamente… En ese verano así arrancaba mi día y así seguía hasta las 12 de la noche o más… muy cansado pero muy feliz.
¿Quiénes eran tus referentes de aquella época?
Ricardo Jurado, un locutor con una voz impresionante y una forma de decir muy particular… También, Leopoldo Costa, “la voz de platino” lo llamaban… Una polenta y una presencia notables. Como conductores me gustaban mucho Enrique Alejandro Mancini, Hugo Guerrero Marthineitz, Jorge Vaccari, Anselmo Marini… y más acá, Héctor Larrea, Fernando Bravo, Julio Lagos y el queridísimo Juan Alberto Badía.
¿Llevás la cuenta de cuántos avisos grabaste en tus 44 años de carrera?
Uy… nunca hice la cuenta, pero calculo que, sin contar documentales, promos y algunas otras cuestiones, deben andar entre 25.000 o 30.000.
¿Qué trabajos recordás especialmente?
Todos los trabajos tienen algo interesante… pero naturalmente uno siempre se acuerda de los primeros. Y en mi caso fue un programa musical, Súper Música en Radio Antártida, hoy Radio América, para el que me convocó Jorge Muzak. Él hacía la edición de la tarde y yo pasé a ser el conductor nocturno, de 23.30 a 1. También recuerdo bastante algunos eventos en los que actué como maestro de ceremonias, básicamente por la dimensión de sus participantes: el Rey Juan Carlos y los ex-presidentes George Bush Sr y Barack Obama.
¿Hubo algún trabajo que te incomodara hacer?
No, ninguno… tampoco me ofrecieron nada demasiado incómodo. Recuerdo sí uno que no era incómodo pero sí bastante atrevido, sobre todo para su época: era aquel comercial en el que se veía una mesita de luz en la que estaba el producto y mientras la cámara se acercaba a él, el locutor (o sea yo) decía: “Cuando se apaga la luz, se enciende Gimonte”. Una idea muy simple pero contundente.

“El Tero” con Julieta Prandi y Eber Ludueña
Tenés una voz muy popular y una presencia no tan conocida… ¿te pasó que te reconocieran por la voz?
Es cierto, mi voz se identifica mucho más que mi cara. Tampoco es algo que busqué. Hice unas cuantas apariciones en TV, en el sorteo del Toto Bingo, en dos ciclos de películas, uno auspiciado por Ford junto a María Muñoz y otro por la AFJP Máxima, y en montones de eventos, desfiles, etc… pero no soy una “cara famosa”. Con la voz sí me pasaron varias cosas divertidas: una vez, estaba haciendo la cola para abordar un barco de Buquebús con mi familia y de pronto por los altoparlantes aparecí yo anunciando algo… El tipo que estaba detrás mío me miró, hizo un gesto aprobatorio y me dijo: “qué buena voz tiene este tipo”. Sin ninguna modestia, lo único que atiné a responder fue: “sí, muy buena”… Los taxistas, que siempre están escuchando radio, a veces me reconocen o me dicen “¿usted no es el de Torre de Manantiales?”… Hace un tiempo, en el bar de una estación de servicio de Las Flores, la chica que nos atendía me dijo que tenía la misma voz de un locutor que hacía un programa de radio local. Como ese día estaba un poco más locuaz, le expliqué que ese locutor era yo… pero la chica no quedó muy convencida, nunca se imaginó que el conductor del programa El Expreso estuviera comprando algo allí. Tuve que decirle un par de cosas de las que habitualmente decía en el programa, y recién ahí pude persuadirla.
Maisabé nos contó que durante un tiempo fue la voz de una hotline… ¿te plantearon algo parecido… o así de insólito?
Nooo… hotline, no. Pero, ¿por qué no? Siempre se puede aprender algo nuevo…
Sos un locutor “académico” … ¿qué pensás de la nueva generación de locutores “descontracturados”?
Creo que es una moda. En los 60 y 70 la locución comercial era más estridente, se usaba un tono más alto y se decía mucho. En los 80 se bajó la velocidad y se impusieron las voces más graves. En los 90 se empezó a adoptar un tono más desestructurado. Y hacia finales de esa década y en los dos mil, la tendencia se agudizó todavía más, adoptando a veces un tono que hasta parece un poco despectivo… Creo que no está mal que existan esos matices. Lo que no me parece bien es que a veces de tanto “ablandar”, se pierda la dicción y no logren entenderse ni el mensaje ni el nombre del producto… El lenguaje ya está bastante vapuleado como para pronunciarlo mal… pero, bueno, esa es otra historia.
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