Héctor & Betti (9)
Como dos buenos amigos ya hablan de sus amores y desamores…

(Diálogo presencial)
Betti se asoma al balcón y a través del agujero en el vidrio ve a Héctor acomodando cajas de cartón.
B: -Bueno, buenoooo… ¿estamos de limpieza?
H: -Yo qué sé… Hola Betti. Estoy moviendo estas cajas de un lugar a otro pero tengo unas ganas de tirarlas a la mierda.
B: -¿Y por qué no las tirás?
H: -Tengo miedo de arrepentirme después.
B: -Soltá Héctor, soltá… haceme caso. Hay que andar ligero de equipaje, como decía Serrat. ¿Pero qué hay que te hace dudar tanto?
H: -Es que son los regalos de casamiento que me hizo mi familia y que mi ex, cuando se fue me dijo: Todas estas porquerías son tuyas, ya verás lo que hacés con eso. Y hay unas copas, platos, manteles y qué se yo cuántas cosas más. No las abrí nunca.
B: -¿Y cómo no sabés bien qué hay?
H: -La repartija la hicieron entre mi vieja y Araceli. A mí no me importaba.
B: -Me imagino, estarías destruido.
H: -No, estaría viendo tele.
B: -Haceme caso, regalá todo, hay que desprenderse de aquello que viene del fracaso. Oíme, ¿así que tu ex te dijo eso? Se ve que estaba enojada con vos. ¿Se fue ella o vos la rajaste?
H: -Se fue ella porque con mi mamá no se llevaba y como vivíamos en su casa…
B: -¿Tan mal se llevaban?
H: -Mirá, mi vieja, en paz descanse, se dio cuenta antes que yo que la cosa no iba bien y un día fue a verme al laburo y me dijo: “A mí me parece que este matrimonio no funciona, ella no es una chica como nosotros, no es para vos”. Y yo estuve de acuerdo.
B: -¿Y cómo era?
H: -¿Araceli? se llamaba Araceli, perdón, se llama así, quería hacer las cosas muy a su manera y no entendía que estábamos en casa de mamá.
B: -¿Y por qué no se fueron a vivir los dos solos a otro lado? Acordate: “El casado casa quiere”…
H: -Y…porque la casa era grande, daba mucho trabajo, por otra parte había espacio para vivir tranquilos los tres y además…
B: -Para no dejarla sola a tu mamá.
H: Bueno, también. Lo que pasa es que no se llevaron bien nunca. Araceli decía que mi mamá algo le ponía a las plantas que ella traía para que se murieran siempre o que tiraba la comida que ella preparaba y que le revisaba los cajones cuando no estaba. Y mi vieja decía que Ara le había matado el canario asustándolo, que dormía hasta tarde, que andaba todo el día en camisón y que usaba mucho el lavarropas.
B: -Ahhh…¡Se llevaban bárbaro!
H: -Bueno, la verdad que no. Pero la íbamos piloteando, hasta que la primera Nochebuena que íbamos a pasar con la familia de Araceli, mi vieja, al sacar de la heladera el matambre que había hecho ella, sin querer tiró al suelo la torre de panqueques que había preparado Ara. Yo creo que lo peor no fue eso, sino que la dejó tirada en el suelo de la cocina y le gritó: “Araceli, me parece que tu torre estaba un poco inclinada y se cayó”. La cosa es que llegamos a la casa de mis suegros con mi mujer llorando sin su torre y mi vieja orgullosa con su matambre. La cena pasó medio tirante pero cuando llegaron las doce, una tía de Araceli, que ya estaba al tanto de todo y medio picada, le preguntó a voz en cuello: “¿Nena, me querés decir qué hacés casada con este calzonudo?” Y ahí, saltó mi mamá a defenderme y se armó un quilombo que nos tuvimos que ir a casa los dos y Ara se quedó a dormir con los padres.
B: -¿Y no volvió más?
H: -Si, el 25 a la tarde cayó por casa y me pidió que nos fuéramos a vivir a otra parte, los dos solos. Se ve que la familia le había llenado la cabeza.
B: -¿Y qué le dijiste?
H: -Que me lo dejara pensar y que lo decidiéramos después de las vacaciones. Nos fuimos un par de semanas a la costa y como ella estaba tan sensible preferí no decirle que había invitado a mi mamá que viniera con nosotros la segunda semana.
B: -¿Vos la invitaste?
H: -Y sí, pobre, ¿sabés qué pasa Betti? Si no venía con nosotros no iba a ningún lado y se comía todo el verano en Buenos Aires.
B: -¿Y cómo la pasaron?
H: -¿A vos qué te parece? Ellas dos, como el culo. Primero porque no conseguí reservar dos habitaciones en el mismo hotel y mi vieja no quería ir a otro, así que le pusieron una camita en nuestro cuarto. Y después, no teníamos más que dos reposeras entonces uno siempre tenía que sentarse en la arena, también…
B: -¡Ay Hector! ¡Hubieras comprado otra!
H: -¿En la costa? Te matan. Eran unos pocos días y una reposera más no iba a arreglar nada. Además pensé que esto de ser tres iba a durar poco y después qué carajo hacía con las tres reposeras. La cosa es que cuando volvimos a Buenos Aires, en el viaje, ya no se dirigían la palabra. Mamá en el asiento de adelante porque se mareaba y Araceli en el de atrás mirándome con odio por el retrovisor. Además, me usaban a mí de intermediario entre ellas. ¿Te imaginas, no? Cuatrocientos kilómetros “decile a tu madre que suba el aire acondicionado, Héctor decile a tu mujer que me deje de patear los riñones”….
B: -Un infierno. ¿Y cómo terminó?
H: -Y… muy pronto. Ara de golpe dejó de hablar de irnos a vivir solos y un día me dijo que se las tomaba. ¡Mirá vos la casualidad! Justo el mismo día que mi vieja me vino a ver al laburo para decirme que ella creía que no era una chica para nosotros.
B: -¿Nosotros?
H: -Y sí Betti, nosotros.
Muy bueno!!! Me han hecho reír los vecinos!!