Un buen comienzo
Si sos un gran lector sabrás que la primera frase de una narración es determinante para atraparte. Repasemos cómo comienzan algunos libros de escritores consagrados.

Hay gente que sabe contar historias y otra gente que no. Como mi tía María Inés que cada vez que empezaba a contarnos una anécdota o algo que le había pasado unas horas antes, arrancaba, siglo más siglo menos, desde el descubrimiento de América. Y claro, la familia lograba mantener la atención unos minutos y de ahí en más caíamos todos en un sopor casi químico del que no nos rescataban ni los celulares. Básicamanete porque en esa época no existían. Convengamos que si es difícil contar historias que atrapen a la audiencia o al lector, más difícil aún es escribir novelas y muchísimo más arduo darles un buen comienzo.
Hay escritores (termina con “e”, así que lo uso arbitrariamente como lenguaje inclusivo) que nos cuentan de qué va la historia que nos van a narrar desde la primera línea, otros que usan el primer párrafo para despertar nuestra intriga y otros que prefieren adelantarnos de entrada, el final de la historia.
Mi extenso recorrido por talleres de escritura creativa, de estilo, cuento, crónica, narración oral o guión, me ha servido para dos cosas fundamentales: la primera, para empezar a pensar que nunca sería un escritor de novelas y la segunda, convencerme de ello. Miento, también me ha servido para asomarme a la lectura de grandes autores (nuevamente uso el arbitrario inclusivo) y si algo me ha sorprendido es la genialidad de alguno de ellos para elegir cómo empezar a narrar sus novelas. Desde los más sencillos, escuetos y contundentes hasta aquellos que me deslumbraron por el ingenio y los recursos con los que encarnaron ese anzuelo que se nos clava vaya a saber dónde y del que no nos libraremos hasta la última página.
No pienso dar cuenta del criterio que he utilizado para seleccionar los comienzos que voy a compartir con ustedes más abajo, porque no existe ninguno en particular y porque es muy subjetivo, que es lo mismo que nombrar el punto donde se entrecruzan el libre albedrío con la audacia.
Dicho esto, y considerando que ya están prevenidos, voy con el primero.

“Todas las familias felices se parecen unas a otras, pero cada familia infeliz lo es a su manera.” – Anna Karenina, León Tolstoi.
Don León, sin dudas, sabía algo acerca de los seres humanos y de cómo elegimos vivir. Pero además logró describirlo en una frase tan sencilla, tan aparentemente simple, dándonos a entender que nos contará el destino de unos personajes que la van a pasar un poco bien y bastante mal, eso sí, en ruso y con mucho frío. No me pregunten por qué, pero después de leer unas cuantas novelas y escuchar bastante música de compositores rusos, creo que debajo de una espesa capa de nieve, gorros de piel y enormes abrigos, se esconde un corazón romántico que se entibia con arrebatos amorosos y tragos de vodka.

El segundo inicio les resultará más cercano, o al menos eso espero:
«Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía habría de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Macondo era entonces una aldea de veinte casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos. El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo». – Cien años de soledad, Gabriel García Marquez
García Marquez nos presenta en un párrafo el mundo que nos va a narrar. Una aldea a orillas de un río en un tiempo que no podemos descifrar en el que ni siquiera se habían creado todas las palabras necesarias para nombrar lo que existía. Y aunque alguno pueda pensar que se parece un poco a lo que hacía mi tía María Inés, les aseguro que Cien años de soledad no se parece en nada a las historias a las que ella nos sometía a la vuelta del mercado. Recuerdo que cuando llegué a la última página, volví al principio y la leí otra vez, así, de corrido. No me volvió a pasar con ningún otro libro. Y aunque las malas lenguas digan que Borges, luego de leerla, dijo: ¡Con cincuenta años hubiera alcanzado! A mí me hubiera gustado que durara cien años más para seguir envuelto en la magia de Macondo.

El tercero y último inicio de novela es otra cosa:
“Si de verdad les interesa lo que voy a contarles, lo primero que querrán saber es dónde nací, cómo fue todo ese rollo de mi infancia, qué hacían mis padres antes de tenerme a mí, y demás puñetas estilo David Copperfield, pero no tengo ganas de contarles nada de eso. Primero porque es una lata, y, segundo, porque a mis padres les daría un ataque si yo me pusiera aquí a hablarles de su vida privada. Para esas cosas son muy especiales, sobre todo mi padre. Son buena gente, no digo que no, pero a quisquillosos no hay quien les gane. Además, no crean que voy a contarles mi autobiografía con pelos y señales. Sólo voy a hablarles de una cosa de locos que me pasó durante las Navidades pasadas, antes de que me quedara tan débil que tuvieran que mandarme aquí a reponerme un poco.” El guardián entre el centeno, J. D. Salinger
Salinger, un señor huraño y de mal carácter, nos desafía con un comienzo que no hace más que despertar nuestra curiosidad por este personaje que empieza a hablar dejándonos en claro qué no nos va a contar, para centrarse en lo que a él le importa que sepamos. Yo lo leí cuando apenas había dejado atrás la adolescencia y recuerdo la fascinación que sentí al leer estas primeras líneas tan poco convencionales y, a la vez, tan prometedoras. Es una novela que ha servido para inspirar a muchos escritores jóvenes y también a algún personaje deleznable. El asesino de John Lennon la llevaba en el bolsillo de su abrigo el día que decidió quitárnoslo de nuestras vidas en la puerta del Dakota.
Tengo unos cuantos comienzos de novelas más en mi memoria, pero tengo miedo de aburrirlos. El fantasma de mi tía María Inés aún me persigue y temo que la capacidad de aburrir se transmita en los genes. Conozco algunos casos.
Antes de despedirme, y aunque suene a cierre de programa de cable, los convoco para que nos compartan un inicio de novela que recuerden que les haya gustado mucho y a quienes no hayan leído alguna de las que menciono aquí, anímense. Valen la pena.
Fotos: Luz Martí
“Primero contaré lo del atraco que cometieron nuestros padres. Y luego lo de los asesinatos, que vinieron después. El atraco es la parte más importante, ya que nos puso a mi hermana y a mí en las sendas que acabarían tomando nuestras vidas. Nada tendría sentido si no se contase esto antes que nada.
Nuestros padres eran las personas de las que menos se podría pensar que atracarían un banco. No eran gente rara ni evidentemente criminales. A nadie se le hubiera ocurrido pensar que estaban destinados a acabar como acabaron. Eran personas normales-aunque, claro está, tal afirmación queda invalidada desde el momento mismo en que atracaron el banco.”
CANADÁ de Richard Ford.
Buenísimo tu aporte Alicia!! Genial, lo vamos a guardar para la próxima. ¿Te animás a escribir una nota pequeña?
Saludos de los Amantes!! Estamos subiendo material continuamente, contanos qué temas te gustan más….
“Es una verdad mundialmente reconocida que un hombre soltero, poseedor de una gran fortuna, necesita una esposa.”
Orgullo y Prejuicio
Jane Austen
Hola Kitty, gracias por tu propuesta, muy buena! La tendremos en cuenta cuando hagamos la próxima nota. ¿Te interesaría participar del sitio con alguna propuesta? La idea es que sea un sitio participativo. Gracias nuevamente y saludos de todos los amantes!
Muy muy interesante la nota,.