Luis Ceravolo
Sobre lo que hizo, lo que está haciendo y lo que hará, conversamos con uno de los bateristas más destacados de nuestro país.

Rubén Rada, Jim Hall, Piazzolla, Spinetta, Arturo Sandoval… tocaste junto a artistas extraordinarios. ¿Cuál o cuáles fueron las experiencias que más te marcaron?
Por alguna u otra razón, todas las experiencias te dejan algo… sin embargo, si me obligás a elegir, te diría que lo que compartimos con Piazzolla en un momento y con Spinetta en otro, fue algo realmente especial.
Con Astor tocaste en su segundo octeto electrónico…
Exacto. Astor había armado un primer octeto con Juan Carlos Cirigliano, Horacio Malvicino, Adalberto Cevasco, Enrique Roizner, Santiago Giacobbe, Antonio Agri, Arturo Schneider y su hijo Daniel con el que actuó durante varias semanas en un boliche lindísimo llamado La Ciudad y culminó con un gran recital en el Gran Rex, en el que estuve… como público.
Perdón… enumeraste un octeto de nueve.
Sí, porque el ciclo empezó con Agri en violín y luego siguió con Schneider en saxo. No fueron como los tres Mosqueteros que eran cuatro… siempre fueron ocho, solo que fueron cambiando. Después de esas actuaciones, Astor encaró una gira europea que iba a durar 1 año y como casi ninguno de esos músicos podía tomar un compromiso para un plazo tan largo, el octeto se rearmó…
Y allí entraste vos.

Entré yo… más Gustavo Beytelmann, Osvaldo Caló, Luis Ferreyra, Tommy Gubitsch, Ricardo Sánz… y por supuesto los dos Piazzollas: Astor y Daniel. Con ese grupo debutamos en Milán, en un concierto que organizó el PC de Italia, después tocamos en la Ópera de Milán, estuvimos tres semanas en el legendario Olympia de Paris, y recorrimos unas cuantas ciudades de Francia y Bélgica.
Por ese entonces eras un pendex. ¿Cómo te sentías entre semejantes músicos?
Yo tenía 27, pero no era el menor. Tommy y Caló eran todavía más chicos. En ese momento Astor quería acercarse al público joven y quería que eso también se reflejara en su grupo… De todos modos toda esa experiencia, tanto por mis colegas como por los escenarios que recorrimos, fue tremenda.
Supongo que en tanto tiempo compartido con Piazzolla (y su carácter) no habrán faltado “peloteras”…
Las hubo, pero nunca fueron por la música… Igual, a la distancia, toda esa movida me parece que fue maravillosa… especialmente cuando pienso en el disco que quedó como testimonio: Astor Piazzolla, Olympia 77.
¿Cómo fue la convivencia con Spinetta?
Con Luis Alberto toqué en la época en la que él había grabado A 18 minutos del sol, una fusión de jazz y rock bastante compleja, muy influida por la Mahavishnu Orchestra. Lo acompañé durante dos años… muy enriquecedores. Es una obra que, con varios músicos amigos, cada tanto seguimos presentando.

También tocaste con Lalo Schifrin en una formación sinfónica… ¿Cómo se integra la batería a un “ejército” como ese?
Cuando se toca música popular (o de jazz) con una orquesta sinfónica, la batería es la base rítmica, junto con el piano, la guitarra y el contrabajo. A mí me encantaba tocar esa música, la de Misión Imposible, la de otras series de TV y la de otras películas para las que Lalo había compuesto… pero tenía mucho miedo porque, a pesar de que yo leía muy bien y tenía experiencia con orquestas de jazz, no conocía cómo era la dirección sinfónica, donde la orquesta ejecuta cuando la mano del director va hacia arriba. Esto es así porque esa anticipación que da la mano del director hasta que llega arriba da más precisión y más claridad en la ejecución a los músicos que están lejos de su batuta. Yo no podía entender eso, todo me parecía fuera de sincro! Porque para la música popular, el músico toca cuando la mano del director va hacia abajo. Me acuerdo que le pregunté al maestro Oscar Cardozo Ocampo cómo funcionaba la cosa y su respuesta fue muy sincera: “no tengo idea”… Al final salí ileso. Practiqué mucho mirando videos hasta entender la mecánica. Felizmente a los “jazzeros” nos ubicaron adelante, al lado de Lalo, por lo que la cercanía nos ayudó y todo salió perfecto.
Hace varios años, cuando Liza Minelli actuó en la Argentina por primera vez, era bastante sorprendente ver que el director musical era el baterista, Bill Lavorgna… ¿Es algo habitual?
No es tan habitual, pero se da… especialmente en shows donde todo está muy pautado y prácticamente la orquesta se dirige sola. ¡Pensá que Lavorgna tenía las dos manos ocupadas!
Nombrame bateristas que admires…
Uy, hay muchos. Localmente me gustan mucho Oscar Giunta, Tomás Babjaczuk y Pipi Piazzolla. Del mundo elijo a Tony Williams, un animal… y a Peter Erskine, uno de los bateristas de Weather Report… Seguramente me estoy olvidando de varios más.
Pasaste mucho tiempo en Suiza… ¿se puede contar lo que hacías allí?
Absolutamente. Mi hermano, que también es músico y toca el piano, vivía ahí y como por entonces yo vivía en Barcelona me resultaba fácil hacerme una corrida y armar actuaciones juntos. Además, para esa época se me había ocurrido una locura: llevar a Suiza vinos argentinos y cavas de España… Parecía un negocio interesante que finalmente no lo fue tanto. Salimos apenas hechos, pero chupamos bastante y nos divertimos muchísimo.
¿En qué anda Ceravolo 2022?
En varias cosas. Por un lado produciendo a Carmen Iriondo, una muy buena cantante de jazz que vive en Mar del Plata. Por otro, lanzando mi último disco, Odisea Invisible, una singular combinación de tango, folklore y jazz, en la que también canta mi mujer, Alejandra Martin… También me estoy preparando para un nuevo espectáculo de Sergei Tumas, un artista ruso muy interesante que curiosamente se dedica al tango… Y al mismo tiempo seguimos haciendo nuevas presentaciones de A 18´… de la agrupación Anacrusa, del Luis Ceravolo Jazz Quartet y del Luis Ceravolo 4, que es otro grupo más.

Alguna vez Horacio Malvicino dijo que “la música es el arte de combinar los horarios”… ¿Estás de acuerdo con esa afirmación?
100×100. De hecho, ¡terminamos y salgo para un ensayo!
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