La aventurada
Teresa Arijón estrena libro (La mujer pintada), aunque ella nació escribiendo, posando, traduciendo y viajando.

“Siempre fui versátil. Y voluble. Y aventurera aventurada. Me gusta sumar experiencias, decir que sí a proyectos que, de pensarlo dos veces, tal vez no aceptaría porque implican un riesgo, un “no saber a dónde voy”. Me gusta la aventura porque me pone a prueba.
Gracias a la lectura, pasión que tengo desde chica, y a mis estudios de teatro pude abrirme y comprender que había muchas maneras de ser “yo”. Sin el teatro, habría sido menos solidaria, menos empática. El teatro me unió a los otros seres, humanos, animales, plantas, aire, fuego… Me abrió la cabeza y el corazón, y dio a mi cuerpo otras posibilidades, casi infinitas te diría”.
Teresa solía ser modelo para pintores, escultores, dibujantes donde el tiempo transcurre lento, (hizo una excepción y posó para el fotógrafo Marcelo Zappoli en Belleza sin edad). Me gusta reposar mientras poso, quedarme pensando. Y luego ver cómo avanza la pintura.
¿En esos reposos imaginabas tus viajes?
No, me venían poemas a la cabeza, una primera línea, una ráfaga de palabras sueltas. Cuando llegaba el descanso corría a escribirlos en mi libretita. Es decir que también ejercitaba la memoria. Porque cada tramo de pose dura unos treinta minutos y los descansos diez o quince.
Pero viajar siempre fue un deseo imperioso. Gracias a su trabajo conoció Río, que fue el comienzo de la enorme relación que tiene hasta hoy con los poetas brasileños, y con los ensayistas, a quienes traduce. Este año se publicará Poesía Total, de Waly Salomão que tradujo junto a su socia Bárbara Belloc.

“Necesito cambiar de horizonte para respirar mejor. Renovar energías y conocer cosas nuevas. O volver a lo que amo. Los viajes (obviando la pandemia) me llevan a Malasia, a la isla de Borneo, donde está el Centro de Rehabilitación de Orangutanes Sepilok. Me alojo en un resort que es un lujo porque es como estar en el medio de la selva —de hecho, está en el rainforest— y voy a ver a los orangutanes huérfanos en rehabilitación. La deforestación de Borneo, como la del Amazonas, es devastadora. En 1996, cuando hice mi primera visita a Sepilok, había 20.000 orangutanes más que cuando volví en 2018. Todo por culpa del palm oil o aceite de palma, un producto que tendríamos que dejar de consumir. Mis viajes también me llevan a Tokio, a Kyoto, a Londres. Y como cronista de la revista Lugares recorro la Argentina.

Contame de La Mujer Pintada, tu primer libro de narrativa..
En La mujer pintada cuento la historia del arte desde la perspectiva de las modelos. Ahí narro la historia de esas grandes protagonistas de la pintura, la escultura y la fotografía, casi siempre anónimas o ignoradas, y también mi propia experiencia como modelo de artistas. Desde que puse un cartel manuscrito con mi nombre y mi teléfono en la Asociación Estímulo de Bellas Artes, en los años ochenta, hasta que me dediqué a posar exclusivamente para Juan Lascano, el gran pintor de desnudos. El libro fue un reencuentro conmigo misma, con la que fui, y un trabajo de investigación muy exhaustivo. La mujer pintada es un redescubrimiento de figuras fundamentales, (ayer me avisaron que va por la segunda edición).
Publicar un libro es desnudar el alma…¿es más fácil posar que mostrar el alma?
En La mujer pintada combato un poco la idea de “la musa inspiradora”, porque me parece una trampa. Las mujeres queremos ser artistas y no musas. Escribir siempre es arduo, riesgoso, conflictivo. Pero cuando llegás a decir lo que deseás, o tu propia escritura te sorprende, el conflicto se disipa por un rato y tenés un rapto de felicidad. Felicidad clandestina, como el cuento de Clarice Lispector. Si alguien supo expresar lo que significa escribir, es esta autora inmensa.
¿Cual será tu próximo reto?
Mi próximo libro de poemas, que aún no tiene fecha de publicación ni título. Y otra narración en clave autobiográfica. Y mi próximo viaje: al sur por la ruta 3, bordeando el Océano Atlántico.
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