Imágenes que nos hablan

Por Fernando Quevedo Orden

Nací en Corrientes, soy historiador, investigador, autor de algunos artículos, pero sobre todo, un ferviente coleccionista de fotos antiguas, casi todas en sepia o b&n… ya que el color vino bastante después…

El camión de entregas de Harrod´s estacionado frente al garage de Gath & Chaves, su principal competidor

Viejas fotos, de Santiago Elizalde

Un día cayeron en mis manos las primeras fotos vintage, que no eran de familiares o ancestros míos. Fueron quedando en cajones, olvidadas, una, cinco, veinte, hasta que el cajón no cerró más. En ese momento, dispuesto a hacer una limpieza, casi mágicamente, sentí las miradas de aquellas personas desconocidas, que pasaron por este mundo hace más de un siglo, diciéndome: “no nos dejen, no nos olviden, que aunque no sepan nuestros nombres, podemos contarles mucho a través de estas fotos que reflejan ese instante en el cual quisimos inmortalizarnos”.

Mi colección empezó a aumentar hasta llegar a casi diez mil piezas, que fui vendiendo y reemplazando por otras más curiosas e interesantes… La cifra actual es de unas dos mil.

Las compro en mercados de pulgas, en sitios específicos para fotos antiguas, en ventas de garaje y en cualquier exploración que me haga imaginar que puedo encontrarlas. Luego las digitalizo y archivo los originales en fundas plásticas, álbumes o carpetas, de acuerdo con el tamaño.

La histórica Casa de Tucumán: única foto existente de la construcción original. Escena de Buenos Aires en 1900. Un canillita feliz en la antigua Rambla de Mar del Plata y las hermanas, por Meeks y Kelsey, 1855

Mirando esas imágenes empecé a “leer” a través de sus ropas, objetos, lugares, poses y composiciones, todo lo que esos rectángulos de cartón me contaban acerca de sus distintas épocas. Busqué libros que me hablaran de los fotógrafos que las habían tomado, sumé a la información de la imagen la del marco de verdaderos artistas, pioneros y muchas veces deliciosos personajes que sucumbieron a los encantos de esa caja mágica de madera que desde Daguerre fue cautivando a espíritus artísticos y progresistas.

Después de los primeros daguerrotipos que llegaron al Rio e la Plata allá por la década de 1840, vinieron los ambrotipos, ferrotipos, etc., pero fueron las Carte de visite, unos pequeños cartoncitos con las medidas de una tarjeta personal, las que iniciaron la popularización del retrato fotográfico, circa 1860, pues de estos se podían sacar varias copias y enviarlas a familiares y amigos.

Retratos de damas porteñas, a principios del siglo XX

Luego vinieron los retratos tomados en los estudios fotográficos en tamaño mayor (cerca de 14 x 10 cm de imagen) que se conocen por su nombre en francés, Portrait Cabinet, y que tienen unos maravillosos ornatos y publicidades en el dorso de los estudios que los realizaron.

Y así evolucionaron en formatos y tecnología hasta las clásicas fotos sobre cartón de nuestros padres y abuelos, de la década de 1920 en adelante, cuando la foto empezó lentamente a dejar los locales fotográficos para popularizarse con las cámaras familiares y ya en este siglo con los celulares…