Belgrano encantado
Paraíso, tilo, jazmín paraguayo, madreselva, aromo, conciertos de pájaros, alfombra de jacarandá y tipa, aire de río… ¡qué más pedir para mis caminatas por las calles que rodean mi casa! En cada época del año mi barrio me envuelve con colores y aromas que se mezclan en el silencio y la sombra de sus calles de adoquines.

Muy lindo pero queda muy a trasmano, suelen decirme los que no son de acá. ¿A trasmano de qué? No te preocupes. No vengas. Dejanos a los belgranenses como estamos, felices, tranquilos, con nuestro bajo perfil y nuestros hábitos sencillos, de amantes de lo bueno sin estridencias, sin ostentaciones ni modas.
Con nuestros pocos bares y restaurantes de toda la vida que van aggiornándose de a poco. Allí no sirven platos exóticos ni maridajes con vinos dudosos, no hay que hacer cola ni reservas anticipadas, ni dejar el auto a quince cuadras, preferimos una vuelta a la seguridad de una buena milanesa, una pasta liviana y bien hecha, y un flan con crema y dulce de leche sin sorpresas, que de ésas ya tenemos a diario y de todos los colores.
Este es un barrio de poco movimiento, aunque hierve el tráfico a las ocho de la mañana y a las cuatro de la tarde cuando estallan las entradas y salidas de los cientos de colegios que hay por metro cuadrado. Después vuelve a la paz.
Colegios y embajadas son las dos categorías de edificaciones que más se destacan. Hasta tenemos la embajada de un país que no existe: la de Transilvania, que ostenta su placa de bronce y su entrada inexpugnable en la casa de un personaje que merecería una nota aparte.
Chalets ingleses, viviendas modernas, algunas casas impresionantes, pocos departamentos y limitados comercios forman el resto del inventario. Un club, dos plazas, la estación de tren y gracias. Un pueblo pequeño donde tengo todo lo que necesito.
Vivo acá hace mil años y amo este lugar aunque confieso que una vez le fui infiel. Un affaire rápido y desalentador con la zona de Barrancas.
Belgrano R me recibió de nuevo como a una hija pródiga y arrepentida para que caminara otra vez por sus calles, respirase sus verdes, mirara sus jardines y espiara los interiores de sus casas cuando cae la noche. Para que me cruzara con los vecinos y reencontrara a los parroquianos de mi bar preferido: El Torreón, un lugar de puro desangelamiento, amplio, de mesas bien separadas y grandes ventanas que se abren sobre la plaza, con un café pasable y las mejores medialunas del mundo, donde me dejan hacer lo que quiero sin que nadie me moleste. Mis hijos no entienden porqué lo elijo y me recomiendan probar otros más cool en la misma cuadra, como si yo no los hubiera visto. Pero ya los vi, ya fui y prefiero el mío.
Belgrano R no ha cambiado tanto como otros barrios. Cualquiera puede reconocerlo sin agobiarse por la nostalgia, porque lo que desapareció casi siempre fue reemplazado por algo similar.
Se me ocurren algunos de los pocos negocios de mi época que ya no están: el vivero Kohl y Ullman que hoy es la Plaza de los Olmos, la librería Wadi´s, húmeda y mal iluminada, con su piso irregular y sus mesas llenas de revistas y libros ingleses, Santa Anita oliendo a tucos y pestos suaves, y, pegado a El ciervo de oro, el almacén del griego, un precursor del polirrubro que atendía con su hija inmensa y adusta hasta la 1 AM para abastecer de cigarrillos, vino o cerveza a los insomnes del barrio y a los organizadores de fiestas tardías.
Belgrano R no es un barrio curioso para hacer grandes descubrimientos. Es un lugar encantador para vivir tranquilo, que no es poco.
Luz Martí es escritora y fotógrafa. Sus dos manías, que la mantienen siempre activa, son mirar y contar. Una verdadera storyteller.
Tengo recuerdos entrañables del barrio en el que nací. y de los vecinos de mi infancia. Aporto un recuerdo entre cientos. El de los libreros Fernández. Gente que con mucho sacrificio pagaba el alquiler de un local viejo en la calle Echeverría, frente a la plaza Castelli. Para un dia de Reyes, un pibe los sorprendió pintándoles el frente y la persiona descascarada del negocio. Cuando lo vieron, no cabían en sí de la alegría. Poco tiempo después el hermano de aquel famoso jugador de futbol, Marzolini, instaló una librería, al lado de la de los Fernandez. Atraia con los mejores juguetes y artículos escolares. Los fundiria. Sin embargo, nadie del barrio le compró nada. A las dos semanas tuvo que cerrar. Asi éramos los belgranenses R de entonces.
¡Qué maravillosa tu historia, Raquel, y qué buen aporte para la sección!! Espero que sigas navegando en Amantes…encontrarás lindas sorpresas. ¿Te gusta el cine? Contanos qué te apasiona… Saludos!!
Por favor no se olviden de la hermosisima casa que hizo El arq Wladimiro Acosta, que fue su casa y estudio, en el año 1936. Un hito de la arquitectura moderna en Argentina
Qué buen aporte María, investigaremos el tema. Gracias!
Un barrio en el que se tarda más en caminar 4 cuadras que en ir en colectivo hasta Barrancas porque siempre se encuentra a un amigo con quien compartir una charla o un comentario.
En el que los comerciantes te saludan por tu nombre, lo mismo que los vecinos a ellos.
En el que los vecinos se unieron para defender su identidad hace ya 40 años, por lo que quienes vienen después de mucho tiempo, siguen reconociéndolo a pesar de algunos cambios
Silvia, qué bueno tu comentario sobre el barrio. Contanos qué otra historia te gustó…
Preciosas imágenes de Belgrano R en fotos y palabras. Los comentarios muy jugosos y le agregan un plus al relato de Luz Martí.
Me gustaría conocer un poco más sobre este barrio, qué tal un recorrido histórico desde sus inicios?
Buena tu propuesta Estela!! Saludos de los Amantes!
Me encanto leer y ver tan lindas fotos de un barrio realmente hermoso.Un paseo desde mi casa,Gracias