Amor por las tablas

Por ADLB

Carlos Rottemberg, uno de los empresarios teatrales más reconocidos de la Argentina, nos cuenta cómo nació su pasión y cómo convive con ella tratando de no morir en el intento.

Sos un empresario teatral, pero sobre todo sos un amante del teatro… ¿cómo empezó esa relación?

Es cierto, soy un amante del teatro… pero, paradójicamente, lo que a mí me interesaba de chico no era el teatro, sino el cine. Pero tampoco el cine como productor o como hecho artístico, me interesaba la exhibición de cine… A mis padres les llamaba la atención que yo siempre estaba pendiente del cambio de películas en el cine de mi barrio, en Mataderos. A los 8 años tuve claro que quería hacer eso y, en 1965, cuando un viernes a la tarde me llevaron a ver La novicia rebelde al cine Ambassador de la calle Lavalle, me di cuenta que mi futuro estaba allí. A partir de ese día, tanto en la escuela primaria como en la secundaria, estudié lo justo para pasar de grado o de año… porque en realidad lo que me interesaba aprender era aquello otro…

¿En qué consistía esa “otra” educación?

Tenía una colección de programas de cine, de cuando los programas traían bastante información, que me permitía ir conociendo cuáles eran las empresas exhibidoras, los circuitos de cine, la capacidad de las distintas salas, cuántas semanas duraban las películas en cartel, por qué un cine pasaba más vueltas que otro con la misma película… Toda esa información iba a parar a una cartelera gigante que tenía en mi cuarto, la típica pared de corcho de los estudiantes, en la que iba armando una especie de enciclopedia de todo lo que yo quería saber… Todavía tengo parte de esa colección colgada sobre una pared de mi casa.… El asunto es que a los 14 o 15 años pude tener un proyector de cine de 16 mm y empecé a dar funciones en cumpleaños infantiles. Fue mi primera empresa de exhibición, que funcionaba cuando no tenía que ir al colegio y que promovía repartiendo tarjetitas. De a poco la “empresa” se empezó a poner en marcha y yo la iba ampliando, sumando funciones tipo “cine club” para mayores. Fue así como empecé a contactarme con las compañías distribuidoras de películas… y de tanto ir y venir, un día me enteré que había una sala teatral en Paraguay y Suipacha, que estaba cerrada desde hacía 4 años pero que desde 1936 estaba habilitada como cine. A mis 17, casi 18 años, mis padres me otorgaron la emancipación y yo me convertí en inquilino de esa antigua sala -por donde literalmente corrían las ratas- a la que llevé mi proyector y, desde la baranda del pullman, empecé a proyectar el mismo festival de Tom y Jerry que pasaba en los cumpleaños infantiles…

Carlos cuando era Carlitos y su mítica cartelera

O sea que hasta allí, nada de teatro.

Nada. Sin embargo… viendo que la sala tenía un escenario que no se usaba, un día decidí levantar la pantalla y programar lo que fue mi primera incursión teatral. Su protagonista era Pepe Soriano y la obra, llamada Parra, contaba la historia del gran actor Florencio Parravicini. Felizmente fue un gran éxito, al que le siguió otro todavía más grande: Equus, la por entonces revolucionaria obra de Peter Shaffer, protagonizada por Duilio Marzio y un debutante que haría historia: Miguel Angel Solá. Con esos dos logros me empecé a entusiasmar con el teatro, al tiempo que coincidentemente me daba cuenta que el negocio del cine también estaba cambiando. Recuerdo que en 1992, cuando mi hijo Tomás tenía 6 años, le propuse ir al cine y, para mi sorpresa, señalando la piecera de su cama, me dijo: ¿para qué vamos a ir si tenemos “eso”? “Eso” era una videocassettera VHS que traía, para nuestro asombro, una nueva manera de relacionarse con las películas.

Rottemberg, ya Carlos, haciendo sus primeros palotes como empresario: Parra, con el gran Pepe Soriano

Produjiste muchísimas obras de diferentes géneros… ¿cuál fue la que, como espectador, te impactó más?

Es difícil nombrar una… pero recuerdo que cuando estrenamos la primera versión de Made in Lanús con su elenco original –Luis Brandoni, Martha Bianchi, Leonor Manso y Patricio Contreras- sentí un impacto fuerte, no solo porque se transformó en un suceso casi inmediato sino porque fue un hecho artístico realmente notable.

Siempre decís que es imposible pronosticar un hit, pero después de tantos años de experiencia debés tener algunos tips para imaginar qué puede funcionar y qué no… ¿Podés contarnos algunos?

Desafortunadamente no hay fórmulas ni tips. Lo que te puedo decir es que, tanto en el teatro como en el cine… y prácticamente en cualquier actividad artística… está comprobado que hay un 30% de cosas que funcionan y un 70% que fracasan. Es una ecuación matemática que casi nunca falla. Es el público el que decide qué resulta exitoso y qué no, y justamente eso es lo mágico de esta profesión. Por eso es importantísimo entender que son los éxitos los que bancan los fracasos. Si no fuera así, no habría manera de seguir produciendo.

3 exitazos: El negro no puede (casi 120.000 entradas vendidas en 1 temporada de verano), Brujas y Made in Lanús

Como un productor prolífico que sos, también debes tener tus “muertos en el placard”… dicho de otro modo: grandes fracasos que no los viste venir… ¿Podés contarnos alguno?

Alguno, no… te podría contar un montón. Pero felizmente los fracasos tienen pocos testigos… y rápidamente los escondemos bajo la alfombra. Además, terminan pronto ya que estirar un fracaso supone un costo mucho mayor. Es por eso que en el imaginario popular queda mucho más registrado lo que anda bien que lo que no.

En tu oficina, junto a la puerta, tenés un muñeco que mira hacia la pared y parece estar llorando… Es inevitable que quienes lo ven te pregunten quién es… y supongo que siempre respondés lo mismo (al menos es lo que me respondiste a mí): “es alguien a quien se le ocurrió producir una obra de teatro”. ¿Es tan riesgoso ser productor?

Esa broma la hago porque vi pasar a muchos productores que llegan siempre con la misma ilusión, que es la misma que tuve yo: entrar a un mundo, a un negocio, a una actividad que brilla como ninguna otra… pero que también te puede descorazonar como ninguna otra.

Un muerto inesperado: Corrupción en el Palacio de Justicia, una obra que prometía romper con la taquilla… pero que no rompió nada

También en tu oficina tenés un cartelito que dice “Bordereaux tiene la misma cantidad de letras que Rottemberg”… ¿es tan importante el éxito en tu actividad?

Absolutamente. No tengo ningún prejuicio ni escondo su búsqueda. Yo creo que el éxito es algo bueno… y no me da vergüenza decirlo. El problema es que siempre se lo relaciona con el rédito económico… y yo creo que es algo más amplio. Para mí, tener éxito es saber cómo armar una buena familia, que un médico haga el diagnóstico correcto y salve una vida, que un arquitecto construya un edificio sólido o que un piloto sea capaz de transportar a 400 personas hasta otro continente… Dentro de lo que cada uno hace creo que es importante perseguirlo porque es la comprobación de que lo que hacés, lo hacés bien.

Premiado por la Cámara de Diputados por ser el empresario que más salas teatrales creó en la Argentina

¿Un consejo para algún inconsciente al que se le ocurra meterse en este negocio?

 No sé si es un consejo y tampoco sé si aplica exclusivamente a este negocio… Creo que algo que trato de no olvidar nunca es saber escuchar al otro, entender que no trabajamos con mercadería sino con personas… darle un enorme valor a la palabra y seguir una línea ética. Estoy convencido que la ética es fundamental en todo, pero especialmente cuando se trata de una actividad donde las relaciones humanas son tan importantes … Sin ella, tal vez podés ganar alguna vez… pero en el largo plazo, seguro que terminás perdiendo.