Felices 80

Por ADLB

Celebrando sus primeros 80 años, Hugo Ivanier, junto con su hija Mariela titular de una de las empresas de relaciones públicas más destacadas del país, nos cuenta cómo fueron sus inicios, todos los caminos que recorrió y sus planes para el futuro.

Sos un apasionado de las relaciones públicas… de vincular a la gente… del diálogo. ¿toda la vida te apasionaron estos temas?

Toda la vida, aunque en términos profesionales las relaciones públicas surgieron muchos años después de haber iniciado mi vida laboral.

¿Entonces dónde es que empezó todo?

Uy… allá lejos y hace tiempo. Mi abuelo vino de Rumania en 1898 con la idea de instalarse en Chile. Sin embargo, una nevada a la altura de Mendoza se lo impidió y, anoticiado de que tenía algunos conocidos en la ciudad de Caucete, pueblito de San Juan, decidió redirigir sus pasos y marchar hacia allí donde se instaló con sus ocho hijos. Empezó vendiendo ¡a caballo! las legendarias máquinas de coser Singer y hacia 1920 fundó un negocio de ramos generales. Mi padre, José, siguió con el negocio familiar desarrollando, a pura intuición, un grupo pionero dedicado al supermercadismo y la distribución mayorista en San Juan.

¿Y mientras tanto… vos?

Mientras tanto yo, a mis 16 años terminaba la secundaria y enfilaba hacia Córdoba para estudiar abogacía. En aquellos años la Universidad Nacional de Córdoba era una meca para los jóvenes del oeste argentino, ser estudiante en Córdoba era algo excepcional. Recuerdo con nostalgia el Barrio Alberdi, un barrio donde la mayoría eran estudiantes y se armaban desde inolvidables asados en las veredas hasta grandes festejos callejeros.

¿Y cuál era el plan del Doctor Ivanier?

Apenas recibido mi meta era trabajar en un estudio de abogados prestigioso… algo que felizmente logré, aunque pronto surgió otra oportunidad. Un grupo de reconocidos empresarios porteños me convocaron para trabajar con ellos en un proyecto para entonces muy innovador: desarrollar el mercado de las tarjetas de crédito.

Y eso ocurría en…

Entre 1966 y 1969. Fue una experiencia muy interesante que tuve que dejar en 1970 ya que la empresa familiar, en San Juan, estaba con planes de expansión y decidí sumarme a ese crecimiento. Me capacité en supermercadismo… aprendí a vender indumentaria y perfumería… a comprar grandes volúmenes de azúcar y aceite. Y hasta incursioné en viñedos y explotación de tierras áridas.

¡Y entonces llegaron las RRPP!

Esperá… todavía falta un poco. Después de la experiencia sanjuanina volví a Buenos Aires y dando un nuevo golpe de timón decidí ingresar en otro rubro y me asocié a una agencia de viajes que rompió el molde al instalar un local propio en Avenida Santa Fe y Esmeralda, algo inusitado en ese momento. Esta actividad me permitió además viajar por Europa, Asia, Medio Oriente y la mayoría de los países de América. Mucho trabajo, pero también una increíble experiencia.

Y viajando tanto, te nació tu pasión por las relaciones…

Tampoco. Ya te dije que eso venía de fábrica, pero todavía no lo ejercía. Lo que hacía en paralelo a mi trabajo en turismo era intervenir como Mediador Matriculado. El abogado que llevo dentro se interesó por esta nueva modalidad de resolución de conflictos que hasta ese momento no existía en Buenos Aires. Es fascinante resolver, en pocas audiencias, conflictos que usualmente demoran años. Creo que esta actividad fue el puente que me faltaba para finalmente llegar a las relaciones públicas, no solo como pasión sino también como profesión.

Y allí, con Mariela, fundaron Verbo, la agencia de Prensa y RRPP.

Mariela fundó Verbo en 1993…y yo me uní dos años después. Ups, ¡el año que viene Verbo cumplirá 30 años!

¿Podría decirse que todas tus experiencias anteriores fueron una especie de embudo que te llevaron a tu actividad definitiva?

Definitiva por ahora… jaja. No, en serio. Creo que en todo lo que hice siempre estuve muy interesado en las relaciones entre las personas pero, claro, donde más me acerqué fue en este emprendimiento.

El evento que organizaron hace unos años –Brindar por el Arte de Comunicar- también quedó como una celebración del “arte de relacionarse” o “el arte de bajar barreras”… ¿Era el objetivo?

Ese evento lo llevó adelante mi hija Mariela, aunque yo pude ayudar bastante con mis antiguos oficios de mediador ya que fue un encuentro de medios, periodistas y personalidades muy diversos (y hasta adversos podría decirse) que sirvió para demostrar que, a pesar de las diferencias, a pesar de la tan mentada grieta, cuando hay voluntad hay espacio para el diálogo y la convivencia. Mariela dice que ese proyecto fue como una botella que tiramos al mar para que quien la encuentre, dentro de 15 años o más, encuentre un mensaje que diría algo así como “¿viste que se podía?”… En nuestra empresa creemos firmemente que la comunicación es una extraordinaria herramienta para la resolución de conflictos y pensamos seguir usándola para ayudar en todo lo que podamos ayudar.

¿Se viene entonces un Brindar por el Arte de Comunicar 2022?

No sé si será solo por el Arte de Comunicar… A mí me gustaría brindar por mis 80… pero la verdad es que todos los argentinos nos estamos mereciendo un brindis. Así que, lo organicemos nosotros o lo organice quien lo organice, ¡allá iremos!