Oscar Pintor: La familia

Lo que es bello no tiene tiempo ni edad… y está mucho más cerca de lo que imaginamos.
En 1979 inauguró su primera exposición individual en Buenos Aires. Paralelamente se desempeñó como creativo publicitario. En 1982 estableció su propio estudio de diseño y fotografía. En 1985 creó FotoEspacio, la galería del Centro Cultural Recoleta, que dirigió hasta 1987. En 1990 publicó el libro Oscar Pintor, fotografías. Fue Jurado en diversos Concursos y Salones Nacionales. Expuso en Argentina, Europa y EE.UU. En 2012 recibió el Premio Konex por sus trabajos realizados entre 2002 y 2006.

Yo no armo la foto, la encuentro… o ella me encuentra a mí y me produce una emoción en la mirada. Ver la foto antes de que esté hecha, ésa es la clave… yo lo llamo encuadrar la realidad. No sé cuándo saqué esta imagen, en esa época no se viajaba mucho en avión… habrá sido para buscar a alguien, él no solía ir a Buenos Aires… No hacía calor ni había tanta gente alrededor. Me gustó ver cómo mi viejo se metía en las sombras y las sombras dibujaban su perfil perfecto, el pelo impecable, bien cortado. Nada fuera de lugar. Así era él: exigente, meticuloso, ordenado, detallista.

Una vez me preguntaron la relación entre la fotografía y los recuerdos… Para mí los recuerdos son el núcleo de la fotografía, creo que se inventó para eso. Para revivir los recuerdos. Por eso elegí presentar a mi familia. Este es mi papá Antonio… era peluquero. Lo recuerdo siempre cortando el pelo en esa silla. Era su pasión, trabajaba sin horario, muchas horas. Tengo muy marcada su presencia, fue muy fuerte… y eso que no soy un sentimental. A la voluntad la maneja la pasión, eso lo aprendí de él… Con pasión podés transformar lo que quieras.

Un recuerdo de niño: papá asomado a través del mosquitero… Significaba que debíamos entrar a merendar o a almorzar. La trama sugiere distancia, pero la presencia es fuerte porque atraviesa esa trama. Mi hermana vive en esa casa, donde todavía está ese mosquitero. Me emociona evocar la infancia… Pienso que la fotografía tiene que emocionar, tiene que tener algo que te golpee, que te diga algo… Cuando veo una imagen y no me mueve un pelo, aunque sea muy artística, no me interesa.

La tía Nena es la hermana de mi papá, la única que vive. Una vez la fui a visitar a San Juan, le fui a llevar mi libro… Cuando vio su foto le pregunté si se acordaba de la muñeca, pero su memoria ya no es la de antes. Como soy curioso seguí buscando por la casa algún rastro de la muñeca y la encontré, rota y desarmada… Traté de calzarle la cabeza pero no había caso. Muchos años y juegos habían pasado… Esa foto la saqué en el comedor, ella se iba a una fiesta. Aproveché el instante, las fotos son instantes. Me gustó el contraste, el juego, el ejercicio pasa por ir buscando el momento, el detalle.

De chicos jugábamos mucho, éramos muy compinches, en el fútbol y en el truco. Después me vine a Buenos Aires y los viajes se hicieron más esporádicos. En una de mis visitas lo retraté en la puerta. Me gustó la austeridad del ambiente en contraste con la profundidad de su mirada. Con la fotografía uno tiene que poder recortar la realidad y transformarla. Y esa realidad debe ser tan fuerte que cada persona que mire la foto pueda pensar u observar cosas diferentes.